Hoy nos fuimos con los niños a tomar once al Rosinni. Es una salida tradicional que tenemos todos los fines de mes. Vamos a sacarle una alita al sueldo, como decía mi padre. Me gusta hacer este tipo de cosas con mis hijos. Me gusta pensar que tal vez, cuando sean mayores, recordarán estas salidas al igual que yo recuerdo las que teníamos cuando eramos chicas.
"Dejo por escrito que no he mentido ni desmentido a pesar de otras verdades. Dejo por escrito que si he mentido ha sido a mi misma y no me he dado cuenta. Dejo por escrito que no quiero ser víctima de los juegos de las trampas de mis juegos implacables. La luna tiene dos caras y esconde una y nadie la tironea ni la acosa. Y siempre tan alta, tan blanca, tan distinta" La Luna, Esteban Navarro
lunes, 2 de noviembre de 2015
lunes, 17 de agosto de 2015
Una parte él, una parte yo
Mi hijo menor ha agarrado la costumbre de venir a visitarme cada vez que llega la hora en la que quiero escribir alguna entrada. Viene con la chiva de que va a entregarme el notebook y se queda acá. Ahora, por ejemplo, está dibujando. Gracias a la divina providencia porque no se le ocurrió probar mis perfumes, como la otra noche. (En este momento está leyendo para ver si es que he escrito algo sobre él y qué es lo que he escrito). Entonces me dice que me ponga más descriptiva, como en los libros. Tienes que poner 'mi hijo es un tipo con pelo castaño y con ojos café, lentes grises y un diente suelto', me dice. Ahora tengo que escribir 'el otro día fui con él a comer al centro en el Café Rosinni. El se comió un pan de mayo con pollo y yo me tomé un chocolate caliente y me comí una torta. Y él se compró un poster de Batman y yo lo clavé en su pieza'. FIN DE LA HISTORIA. Esas fueron sus últimas palabras, escritas con sus propios dedos. Ahora que ya está durmiendo, puedo continuar. A las diez nos vamos a su pieza, lo arropo y le doy las buenas noches. En fin. Tenía una idea totalmente diferente acerca de lo que iba a contar hoy, pero se me hace difícil ponerme seria con mi crío chico dando vueltas. Y es que es muy alegre y conversador. Además le gusta revisar las cosas que tengo en mi dormitorio y hacer preguntas. ¿Qué hay en esa caja?, ¿cuál de estos perfumes es el que más usas?, ¿cuál de esos libros es el más largo?, ¿de qué se trata cien años de soledad?, ¿esto es una pulsera o un collar?, ¿tienes más hojas?, ¿puedo usar estos lápices?, ¿por qué esta goma es tan rara?...
domingo, 16 de agosto de 2015
La lata y el mar
Una vez, hace muchos años, salimos a caminar con mi papá. Lo hacíamos a menudo, salir a caminar, quiero decir. Estábamos en Pichilemu y fuimos a dar una vuelta a la playa. Recuerdo que comenzaba a oscurecer y hacía un poco de frío, por lo que yo me había puesto un gorro celeste que me había tejido en el bus. No sé de qué hablamos pero debe de haber sido algo agradable, porque cuando lo recuerdo, es lo que me hace sentir, una sensación agradable. Mientras caminábamos por la arena, vimos una lata de bebida a la que el viento hacia correr alejándose de las olas. Así, cada vez que una iba a alcanzarla. la lata parecía arrancarse para que no la atraparan. La miramos un buen rato. No se nos ocurrió recogerla para botarla en un basurero, que habría sido lo más ecológico, porque estábamos demasiado entretenidos mirando esa especie de juego que se había dado entre las olas y la lata de bebida.
sábado, 15 de agosto de 2015
jueves, 13 de agosto de 2015
A la rápida
¿Cómo escribir entre el gato y mi hijo pequeño?. ¿Cómo poder concentrarme si uno me ronronea y otro me conversa acerca del marcador de libros que está haciendo?. Que ya hizo, más bien. Confeccionó una espada. Ahora va a pintarla. Y es que hace tiempo andaba conque quería el primer tomo del libro Juego de Tronos y este fin de semana, por el día del niños, su papá se lo regaló. Ha avanzado harto, lleva mas de ciento cincuenta páginas. Hace un rato vino a preguntarme si tenía un marcador de libros, pero el único que tengo lo encontró 'fome'. Es por eso que decidió hacerse uno él mismo... Ya. No sé con qué seguir. No quiero escribir más tarde, tengo sueño y me duele la cabeza. Así que tal vez tendrá que ser hasta aquí no mas por hoy. En todo caso, ni aunque quisiera, con el niño transmitiendo y la gata que se me sube al teclado cada cinco segundos. Ahora mi hijo se prueba mis perfumes. De los cuatro, elige el más apestoso. El dolor de cabeza empeora... Buenas noches.
miércoles, 12 de agosto de 2015
Un sueño dentro de otro sueño
Anoche tuve un sueño extraño en el que también estaba dormida. Mientras lo estaba, soñaba cosas mezcladas sin un sentido aparente. No recuerdo mucho, salvo que en un momento despertaba dentro del mismo sueño, porque sentía que alguien acariciaba mi cara. Abrí los ojos y era un hombre. Sus manos olían a cigarrillo. Luego desperté nuevamente, pero esta vez, dentro de la realidad...
lunes, 10 de agosto de 2015
sábado, 8 de agosto de 2015
Así murió el paraguas
Bajé al centro a ver a una amiga. Tenía la intención de irme caminando, pero como llovía, preferí tomar un colectivo. Además iba un poco atrasada, así que pensé que era lo mejor. Pero de todas maneras llevé mi paraguas, ese verde que compré el otro día, por si acaso. Cuando salí de la casa de mi amiga, la lluvia había disminuido bastante, así que opté por venirme a pié. Además corría viento y el viento sí. Puedo tratar de esquivar la lluvia, pero el viento es otra cosa. Y es que me fascina. Eso que tiene de meterse por donde nadie lo llama, así descaradamente y sin permiso, me produce una sensación de agrado especialmente deliciosa. Había comenzado hace poco el retorno, cuando comenzó a llover más intensamente, por lo que abrí mi paraguas. A la primera ráfaga quedó deshecho. Como ya había avanzado un buen trecho, decidí seguir adelante y mojarme aunque no me guste. Sucedió entonces que llegué a mi casa bastante empapada, pero no tan desagradada como lo había pensado. No sé por qué, pero caminar hoy bajo la lluvia, fue inesperadamente refrescante.
viernes, 7 de agosto de 2015
Que malas que éramos
Somos tres hermanas, creo que en algún momento lo he dicho, pero en el caso de que no lo haya hecho, lo hago ahora: somos tres hermanas. Cuando eramos chicas, las dos mayores, hicimos sufrir bastante a la menor. Cuando era pequeña, la niña tenía un lunar junto a uno de sus ojos. Digo tenía, porque se lo hizo quitar hace años. Por lo mimo, no puedo recordar junto a cuál de los dos era. Nuestro dormitorio no era muy grande, así que dormíamos en un camarote, de esos que traen una cama nido. Ella ocupaba esa cama, la nido. Pero a veces sucedía que le daba miedo, y se acostaba con mi otra hermana, la que sigue de mi. Entonces las dos, mi hermana la del medio y yo, nos subíamos a la que ocupaba yo, que era la de arriba y desde ahí le tirábamos escupos a ver cuál de las dos le achuntaba al lunar primero. Después de varios intentos, la pobre tenía la cara llena de baba y nostras nos moríamos de la risa. Que malas que eramos.
jueves, 6 de agosto de 2015
En el café
Trato de escribir algo en una servilleta, pero esta se rompe una y otra vez. Trato de escribir una única palabra. Un nombre. Un nombre olvidado. Un nombre que no existe. La lluvia ha dejado de caer.
martes, 4 de agosto de 2015
A veces, como los síntomas de la gripe, Esteban Navarro
Me duelen brazos
De no abrazarte.
Me duelen manos
De no tocarte.
Me duelen hombros
De no ocultarte.
Me duelen piernas
De no enredarte.
Me duelen tímpanos
De no escucharte.
Me duelen córneas
De no mirarte.
Me duele espalda
De no escucharte.
Me duele tabique
De no enredarte.
Me duelen pasos
De no ocultarte.
Me duelen rodillas
De no tocarte.
Me duelen brazos
De no abrazarte.
lunes, 3 de agosto de 2015
domingo, 2 de agosto de 2015
jueves, 30 de julio de 2015
Cotonitos
Lo dice claramente en el envase: advertencia, no insertar en el canal auditivo. ¿Y qué es lo primero que hace uno?, hace exactamente lo opuesto.
martes, 28 de julio de 2015
'All This Love'
Esta tarde bajé al centro a tomarme un café. El café que me quedé debiendo ayer. Es que ayer estaba especial para un café, pero terminé tan contrariada, que decidí dejarlo para hoy. Fue un rato agradable, una salida agradable. Especialmente porque los aromos están brotando y ya comienzan a despedir ese olor tan rico. Es lindo cuando florecen los aromos en Quilpué. Es que hay muchos y frondosos. Lo que si es que me recuerdan ese poema de Nicanor Parra y ahí se me amarga un poco la vida, aunque solo por un momento. Pero quedemos en que fue una salida agradable, que caminé cómodamente con mis botas viejas, disfruté de un buen café y escuché esa misma canción una y otra vez, como ya es costumbre.
lunes, 27 de julio de 2015
Resumen de la caminata de hoy
Hoy en la tarde salí a caminar bajo una suave llovizna. A mitad de camino, la suave llovizna se había transformado en una densa llovizna. Ya para cuando iba llegando al centro, la densa llovizna se había transformado en una leve lluvia. No llevaba paraguas. Casi nunca lo hago, porque no me gustan. Lo que es un problema, porque tampoco me gusta mojarme. La cuestión es que para cuando salí del supermercado, la situación climática se agravaba y yo ahí sin atinar a nada. Finalmente, y a regañadientes, entré a un local y compré un paraguas verde, que hace juego con mi chaquetón. Me costó mil quinientos pesos. O sea, es uno de esos paraguas ordinarios que uno compra para salir del paso. A los cinco minutos de haber comenzado el camino de vuelta, el cielo dejó de gotear. Y yo con las bolsas y el paraguas que había perdido de pronto su razón de ser. Debemos habernos visto bastante ridículos los tres. El paraguas, las bolsas y yo, quiero decir, caminando todos mojados bajo una lluvia que ya no era. Lo bueno es que encontré mis botas, pensé como para consolarme. Sí. Encontré mis botas. Creí que las había regalado, pero no. Ahí estaban en el closet del segundo piso, escondidas detrás de una maleta. Las había buscado antes, sin éxito. Pero hoy volví a insistir. Y es que hace rato que los zapatos que me compré me tienen harta, porque siguen como nuevos. En cambio mis botas... Mis botas tienen por lo menos ocho años. Y me encantan. Nada de puntas vaqueras, ni flecos, ni parafernalia innecesaria. Son de cuero, con la punta cuadrada, un taco también cuadrado no muy alto y bastante toscas. Perfectas. Lo único malo, aparte del agua y eso, fue que en una parte del camino había caca de caballo y parece que la pisé. Voy a tener que tirarlas para afuera...
domingo, 26 de julio de 2015
Sopa de piedras
Me lo contaron cuando era muy niña. Una mujer no tenía qué cocinar. Entonces alguien, (lo más probable es que, en ese entonces, me hayan dicho que fue un ángel), le decía que hiciera una sopa de piedras. La mujer no entendió bien a qué se refería con eso. Pero el ángel, (dejémoslo en que fue un ángel), le dijo que no se preocupara, que siguiera las instrucciones, simplemente. Vaya al patio y recoja dos piedras pequeñas, lávelas bien, póngalas en una olla con agua y hágalas hervir, La mujer así lo hizo. Luego el ángel comenzó a preguntar ¿tiene un poco de zanahoria?, ¿una mitad de cebolla?, ¿un diente de ajo?, ¿una papa, tal vez?. La mujer revisaba y encontraba algo de esto y algo de lo otro. Fue agregando cada cosa al agua con las piedras. Finalmente el ángel le dijo que retirara las piedras y entonces la mujer descubrió que con unas pocas sobras, había podido preparar algo para comer. Una vez se lo conté a mi mamá un día en el que estábamos en la misma situación que la mujer del cuento. Y le pedí que, por favor, hiciéramos lo mismo. Después de mucho insistir, accedió finalmente, Yo me puse muy contenta. Fui al patio a recoger las piedras, las lavé y mi mamá las puso en una hoya. Luego seguimos con el resto de las instrucciones. Y ¿qué creen?, todo resultó igualito que en la historia.
sábado, 25 de julio de 2015
Lo que no deberíamos haber tenido que hacer
Cuando vivía en la casa de mi abuelita, tenía una vecina con la que me juntaba a menudo. Jugábamos al saltar, al elástico y al tombo. Eso cuando había más niños. Un par de veces recuerdo haber entrado a su casa. Y es que le habían regalado una de esas muñecas grandes que caminaban y quería mostrármela. La amistad no duró mucho, para mi pesar. Me prohibieron juntarme con ella, porque mi tía, la menor, se había enterado de que su papá era alcohólico. Pero no solo eso, también supo que la mamá de mi vecina nos había mandado más de una vez a buscarlo al bar en el que acostumbraba juntarse a tomar con sus amigos. Recuerdo que mi amiga y yo teníamos que llevarlo de vuelta a la casa, completamente ebrio, agarrándolo ella de un brazo y yo del otro. Difícil tarea para un par de niñas chicas.
viernes, 24 de julio de 2015
Evidente
Mis abuelos paternos eran pentecostales. De los pentecostales más duros. De esos en que las mujeres usan tomate, no se ponen pantalones, no se maquillan y no llevan aros. Un día mi abuela iba en una micro sentada, biblia en mano. Entonces la persona junto a ella le dice 'disculpe, pero ¿es usted evangélica?'. Ella contestó muy orgullosa que si lo era. Apenas llegó a la casa, le contó lo sucedido a mi padre, agregando al final del relato 'debe haber sido el Espíritu Santo el que dio testimonio'.
Cuando era chica, cantábamos en la iglesia una canción que decía:
'Cuidadito los ojitos lo que miran
Cuidadito los ojitos lo que miran
Hay un Dios de amor que mirándonos está
Cuidadito los ojitos lo que mirar
Cuidadito la boquita lo que habla
Cuidadito la boquita lo que habla
Hay un Dios de amor que mirádonos está
Cuidadito la boquita lo que habla
Cuidadito las manitos lo que tocan
cuidadito las manitos lo que tocan
Hay un Dios de amor que mirandonos está
Cuidadito las manitos lo que tocan'
Y no sé, siempre me generó sentimientos encontrados, como muchas otras cosas que me enseñaron cuando era niña
'Cuidadito los ojitos lo que miran
Cuidadito los ojitos lo que miran
Hay un Dios de amor que mirándonos está
Cuidadito los ojitos lo que mirar
Cuidadito la boquita lo que habla
Cuidadito la boquita lo que habla
Hay un Dios de amor que mirádonos está
Cuidadito la boquita lo que habla
Cuidadito las manitos lo que tocan
cuidadito las manitos lo que tocan
Hay un Dios de amor que mirandonos está
Cuidadito las manitos lo que tocan'
Y no sé, siempre me generó sentimientos encontrados, como muchas otras cosas que me enseñaron cuando era niña
jueves, 23 de julio de 2015
Sobre cordones umbilicales y un par de otras cosas
Escucho a mi hijo mayor reírse en la otra habitación. Mi hijo menor anda en Santiago visitando a su tía y primos paternos. Lo extraño. Pero creo que debo aprender. Debo aprender a soltar un poco el cordón. Soltarlo, porque creo que el cordón nunca se corta. Al menos no en algunos casos, o no por ambos lados, al menos. No sé si será saludable o no. Los expertos dicen que no. Los expertos de ahora. Digo de ahora, porque creo que antes no fue así. Al menos no es lo que yo recuerde haber visto durante mi infancia en la casa de mi abuela. Ver a mis tíos y a sus familias amontonarse porque ella hacía espacio donde fuera ya que la plata no les alcanzaba para tener sus propias casas. Por lo menos el cordón no se rompió por su lado, por el de mi abuela. Y creo que, durante ese tiempo, tampoco se había roto por el lado de mis tíos. No tengo idea de por qué las cosas cambiaron. O sea, me lo puedo imaginar, pero no estar segura. Lo que me imagino es que al aumentar el poder adquisitivo, los jóvenes y nuevas parejas, tuvieron acceso a eso que antes era imposible conseguir, al menos para la inmensa mayoría. Tal vez inmensa es una exageración. Así que digamos que para la mayoría, solamente. Y de a poco las casas de los padres fueron quedando vacías y las ampliaciones ya no sirvieron para nada. Y las madres, dueñas de casa principalmente, se quedaron con el cordón en las manos. Porque recuerdo que cuando yo era chica, muchas de las mujeres de la edad de mi abuela eran dueñas de casa. No como ahora. Las dueñas de casa cada vez somos menos. Y las dueñas de casa que disfrutan de serlo, menos aun. Así me lo han hecho saber algunas mujeres que he conocido. Que las dueñas de casa están en extinción y que si bien respetan mucho su opción, no hay como tener tu propia plata. Que pena que muchas cosas ahora se reduzcan solamente a eso, a la plata. A papeles y metales de bajo costo. Hay veces en que me quedo mirando las monedas y los bolletes hasta que me ocurre lo mismo que cuando repites una y otra vez la misma palabra. Pierden sentido y termino viéndolos de la misma manera en que se ven los billetes del Metropolis, o Gran Ciudad o Monopoly. Me pasa también con algunas personas. Las miro tanto rato, que al final también terminan pareciéndome de mentira, como de juguete, ellos y sus vidas. Y me da un poco de miedo. Porque pienso que si seguimos así, en algún momento, terminaremos todos siendo de juguete. Pero entonces recuerdo que hay personas que aun siguen siendo reales, que aun tienen alma y a los que les importa muy poco lo que nos ofrece la sociedad de hoy en día. En fin, en vista y considerando que ésto ya pasó a ser una divagación que no va hacia ninguna parte, mejor la dejo hasta aquí.
miércoles, 22 de julio de 2015
Queque
Me gusta cocinar. Platos tradicionales, en general. Pero lo que más me gusta hacer, son cosas dulces. Creo que lo había mencionado antes. Lo que no dije es que muchas veces cuando estoy preparando algo, me quemo las manos. En ocasiones, los antebrazos incluso. Tengo algunas cicatrices, pero por lo general, las heridas provocadas por las quemaduras, desaparecen sin dejar rastros. Y es que le hago el quite a los guantes. Pienso que si tengo mucho cuidado, voy a evitar quemarme. Pero no hay caso. Por mas que me empeño, son pocas las veces que resulta. No sé por qué no lo hago, por qué no simplemente me pongo los guantes y listo. Lo normal sería que hubiese una razón, pero no la hay. Creo que es simple porfía. En todo caso, no era de los guantes de lo que iba a hablar. Era sobre las cosas dulces. Específicamente de los queques. Del primer queque que hice. Debo haber tenido cerca de trece años. Estaba nerviosa. Siempre me pongo nerviosa cuando preparo algo por primera vez. Hice la mezcla, la puse en un molde y la metí al horno. Entonces se me ocurrió pedirle ayuda a Dios. Fue así que me arrodillé frente a la cocina, extendí los brazos hacia el horno y oré. Y resultó. El queque quedó exquisito. Así después, no recuerdo por cuánto tiempo, continué haciendo lo mismo. Y Dios me siguió ayudando. Pero después aprendí a confiar en mi misma. Debe haber sido por eso que quise continuar con mi repostería sin la ayuda Divina. Hay veces, eso si, en que me vuelvo a poner nerviosa, y recuerdo ese día. Entonces digo simplemente 'Dios, ayúdame'. La mayoría de las veces funciona. Lo que siempre se me olvida, eso si, es darle las gracias. Así que, gracias Dios, sea que estés ahí o no.
martes, 21 de julio de 2015
Dos líneas
En verano ando todo el día descalza y en invierno ando todo el día en pantuflas. Listo. Ahora saben algo más acerca de mi.
lunes, 20 de julio de 2015
Una
Entraba a las dos de la tarde a clases. Teníamos dos recreos en los que salíamos a fumar en la vereda, porque estaba prohibido hacerlo al interior del edificio. Un día, durante el primer descanso, uno de mis compañeros de curso me invitó a tomar unas cervezas. Estuvimos tomando hasta las seis. Llegué a mi casa en un indisimulable estado de ebriedad. Apenas había cruzado la puerta, cuando mi papá sintió el olor a alcohol. ¿Dónde estuviste tomando?, gritó. En un bar, le dije. ¿Qué estuviste tomando?, gritó. Cerveza, le dije. ¿Cuántas te tomaste?, volvió a gritar. Yo tenía tanto miedo que no sabía qué contestar. Finalmente lo único que atiné a decir fue 'una'. Hasta el día de hoy me huevea preguntándome '¿cuántas cervezas te habías tomado?', cada vez que se acuerda del incidente.
domingo, 19 de julio de 2015
Ocaso
Era verano. Pleno verano. Estábamos sentados en unos asientos de madera. Uno al lado del otro. Hablábamos mientras mirábamos el atardecer. Recuerdo que me contaba anécdotas graciosas y yo reía. Nunca lo había sentido tan cerca, excepto la vez en la que anduvimos en bicicleta. Yo quería que la hora no avanzara, pero lo hizo. Como lo hace siempre la hora. Como lo hace siempre el tiempo. Eran exactamente las diez cuando me dijo que tenía que irse. Nos despedimos. Justo en ese momento la luz del sol se perdía por completo en la Cordillera de la Costa.
sábado, 18 de julio de 2015
Memoria
Se me están comenzando a olvidar las cosas. Hoy, por ejemplo, pensé en algo sobre lo que podía escribir esta noche. Un minuto después, lo había olvidado. En la tarde bajé al centro a tomarme un café y mientras caminaba, le daba vueltas al asunto. Y es que, a medida que pase el tiempo, voy a ir recordando cada vez menos. Me sucederá como a todo el mundo. Entonces llegué al centro y me tomé mi café, con la idea aun en mi cabeza. Luego volví a mi casa tratando de pensar en las cosas que no quiero olvidar. Entre ellas, estoy yo.
En el Playa
En el Playa las luces estaban encendidas. Había poca gente. La música era mala, pero bailamos igual. Miré a mi alrededor. Había un grupo de mujeres jóvenes. Y me di cuenta. Al estar las luces encendidas pude darme cuenta. No bailo de una manera tan exagerada ni estrambotica como yo pensaba, Aunque el grupo ese debe haber estado desde temprano y tal vez llevaran en el cuerpo bastante más alcohol del que llevaba yo. Pero haya sido por lo que haya sido, ellas si que llamaban la atención, Y yo me sentí bien. Extrañamente, me sentí bien. Me sentí bien de saber que paso más desapercibida de lo que yo creía. Me sentí bien de saber que me puedo mezclar, que puedo ser parte, que soy una más, que no soy un bicho tan raro, después de todo.
jueves, 16 de julio de 2015
Anoche
Anoche una amiga y yo salimos a celebrar nuestros cumpleaños. Fuimos a Viña a tomar algo en el The Clinic. Nos sentamos en la terraza. Hacía un frío de mierda, lo que me tenía de mal humor. Además no quería estar ahí. Luego nos fuimos a Valparaíso, a La Trova. En el escenario había un tipo que en vez de cantar, gritaba a voz en cuello. Aparte, tenían el sonido demasiado alto para un lugar tan pequeño. De ahí nos fuimos al Playa. La música no era de nuestro total agrado, pero yo quería bailar. Habremos alcanzado a estar media hora, cuando me dijo que se había aburrido. Nos fuimos a su casa. Ella se tomó una cerveza y se fumó un cigarro. Cuando salí hoy del departamento, aun seguía durmiendo.
martes, 14 de julio de 2015
Amigas
Una vez entramos al dormitorio de su abuelo mientras él dormía. Me dijo que todos los días le daba una cantidad de dinero y que esa tarde, se había dormido sin entregárselo. Así que me convenció para que entráramos a su dormitorio para sacarlo. En la habitación había varios cuadros. Yo me quedé mirándolos mientras ella buscaba la plata. Cuando salimos del cuarto, me contó que era su abuelo el que los pintaba. Son lindos, le dije. A mi no me gustan, es que me carga el campo, contestó. Luego fuimos a un negocio que quedaba cerca. Pidió una cajetilla de cigarros. Cuando volvimos, nos encerramos en su dormitorio. Encendió uno para mi y uno para ella. Me atoré con la primera fumada. Ella se rió. Me dijo que lo intentara de nuevo, pero yo no quise. Cuando terminó de fumar, nos acostamos en su cama mirando el techo. Le volví a decir que había encontrado lindos los cuadros de su abuelo. Ella volvió de decir que no le gustaba el campo. Luego nos quedamos dormidas y así se nos fue la tarde.
lunes, 13 de julio de 2015
Bola de papel
No sé. Aun me siento arrugada como una bola de papel en el papelero. Papel con algunas frases y dibujos. Palabras inconexas. Figuras sin ningún significado aparente. Y lo siento. Siento no querer intentar decir otra cosa. Intentar un relato o algo así. Siento no poder decirles algo diferente a que me siento arrugada, apretada como una bola de papel en el papelero. Arrojada por una mano invisible que quizás juega a ser Dios. O quizás no juega a ser nada. Quizás no es nada, después de todo. Nada sino una mano que no sabe que hacer con esta hoja. Una mano que arruga, lanza y encesta.
domingo, 12 de julio de 2015
Me robé
Me robé un lápiz
Me robé un sobre
Me robé una esquela
Me robé un escritorio
Me robé un pisapapeles
Me robé una foto de carne
Me robé un ahogo
Me robé un delirio
Me robé una entrega
Me robé un escalofrío
Me robé un desenfreno
Me robé una noche en blanco
Lo que nunca me robé, eso si, fue un corazón
Me robé un sobre
Me robé una esquela
Me robé un escritorio
Me robé un pisapapeles
Me robé una foto de carne
Me robé un delirio
Me robé una entrega
Me robé un escalofrío
Me robé un desenfreno
Me robé una noche en blanco
Lo que nunca me robé, eso si, fue un corazón
Un café sin lluvia, por favor
Finalmente salí a caminar. Bajé al centro y me tomé un café en el café de la plaza. Volví caminando, esperando que no lloviera. No me gusta mojarme con la lluvia. Es que una vez, cuando iba como en cuarto básico, mi tío me fue a buscar al colegio y había un temporal. Las micros no pasaban y nosotros parados debajo de un árbol. Era ridículo, porque el árbol no tenía ni una sola hoja y el agua pasaba directo por entre las ramas para caer sobre nuestras cabezas. No sé cuánto tiempo pasó, lo único que sé es que cuando llegamos a la casa, estaba mojada hasta los calzones. Tenía un frío que me calaba los huesos. Tanto así, que me tuvieron que meter a la ducha con el agua bien caliente. Cuando salí, mi abuela me dio una aspirina para niños, de esas rosadas que se chupaban y eran mas malas que la cresta y me metieron a la cama. Desde ahí no soporto andar bajo la lluvia. Excepto si es tibia, como en Paraguay. Estuve ahí un verano. Hubo tormenta y con unos amigos salimos a jugar a la calle hasta quedar hechos sopa. Ahí si no me molestó. Pero es que fue diferente. Ah, pero estaba en otra cosa. Caminé de ida al centro y de vuelta a la casa, tratando de ordenar un poco los pensamientos y las emociones. Las emociones mas que los pensamientos. Pero me es difícil ordenarlas. Me sobrepasan a veces. Entonces hago eso, salgo y camino. Sin prisa, disfrutando el paseo. Eso hacía cuando recordé que mañana es mi cumpleaños. Tal vez sea hoy para cuando publique esta entrada. Cumplo treinta y nueve años. Quizás por eso andaba un poco sentimental. Y si, creo que es eso, en parte. Entonces agarré por ahí el hilo para intentar desenmarañar el asunto. Y me di cuenta de que en realidad el año se me paso tan rápido, que no alcancé a digerirlo muy bien. Eso, entre otras cosas, puede ser lo que me haya puesto un poco mal. Pero luego pensé que daba lo mismo, porque a pesar de ello, había avanzado bastante. Pueden corroborarlo con mi familia si es que no me creen. Luego intenté evadir esas otras emociones que definitivamente no puedo manejar, porque lo que las provoca está totalmente fuera de mi alcance. Pero no pude. Entonces me di cuenta de que había programado mi lista de reproducción para que repitiera el mismo tema una y otra vez. Creo que sería bueno buscar otra canción, porque por más que trato de encontrarle un nuevo sentido a ésta, termina siempre diciéndome lo mismo. Es como obvio, ¿no?.
sábado, 11 de julio de 2015
Solo porque Dios es grande
Cuando era niña me gustaba cerciorarme de que los adultos me decían la verdad. En general lo que me gustaba saber era si iban a cumplir sus amenazas. Así, un día en que mi madre me dijo que si hacía tal cosa me iba a dar tres correazos en el traste, fui y lo hice. Y cuando me dio los correazos los conté. Fueron tres exactamente. O sea, me había dicho la verdad. Esa vez las cosas no resultaron tan mal. Es decir, lloré un poco, pero eso fue todo. Distinto fue con mi abuelo. Mi abuelo materno. Yo no lo conocí mucho, porque dejó a mi abuela cuando yo era niña aun. Por lo que los recuerdos que tengo de él son bastante vagos. Todos excepto uno. El recuerdo del día en el que su hijo mayor lo echó de la casa. Andaba yo con esa idea de comprobar si los adultos me decían la verdad y se me ocurrió ponerlo a mi abuelo a prueba. Me había dicho que tenía estrictamente prohibido tocar sus plantas, a las que quería más que a nosotros, por lo visto. Si me atrevía a tocarlas, me iba a sacar la mugre, amenazó. La cuestión es que busqué la hoja más pequeña que pude encontrar en una de ellas y se la saqué. Esperé todo el día a que llegara, para ver si efectivamente me sacaba la mugre. Cuando llegó, lo primero que hizo fue revisarlas. A los segundos después se levantó enfurecido. Colérico. Yo me asusté tanto que subí corriendo a esconderme detrás de mi abuela que estaba en el segundo piso, en su dormitorio. Mi abuelo comenzó a gritarle que se quitara. Como mi abuela no se movió, sacó una pistola de alguna parte y disparó desde la puerta. El tiempo pareció detenerse. La imagen está grabada en mi mente como una foto. Mi abuela y yo gritamos. Y solo porque Dios es grande, decía después mi abuela, la bala no salió. No recuerdo como se armó la trifulca, pero si sé que mi tío lo agarró y le dijo que se fuera. Y así lo hizo. Mi abuelo tenía otra familia. Otra mujer y otros dos hijos. Así que irse no le costó mucho. En realidad yo creo que le facilitaron las cosas. Lo extraño para mi, era que después de haberse ido, mi abuelo seguía visitando la casa. Especialmente a la hora de almuerzo.Trabajaba cerca y mi abuela nunca fue capaz de negarle un plato de comida a nadie, menos a él. Después de semejante episodio, nunca más hice el experimento aquel de cerciorarme de si los adultos me decían la verdad. Lo que no significa que luego de lo que pasó no volviera a dudar de ellos ni de sus amenazas. Solamente aprendí a quedarme con la duda. Lo más sensato, ¿no creen?.
jueves, 9 de julio de 2015
Para ser un chofer de primera...
Compró la scooter porque, a la larga, era más económico ir en ella al trabajo que usar la locomoción colectiva. En realidad no la compró, la sacó a crédito, como la mayoría de las cosas que teníamos. Era una Honda Elite 125, que por distintos motivos, terminó siendo mía. No puedo manejar un auto, pero si puedo manejar una scooter. La manejé por harto tiempo, aunque ni siquiera tenía documentos. Menos había hecho un curso. Un día simplemente comencé a conducirla, así como si nada. Iba al centro, al supermercado, a la casa de una amiga que tenía en ese tiempo. Me encantaba manejarla. Era un poco como volar. Tanto así, que literalmente me volaba mientras la conducía. Hasta que un día le choqué la puerta a un auto que iba a doblar y al que no vi señalizando. Llegaron los carabineros y nos llevaron a hacer la alcoholemia. Además me pasaron un parte por andar sin documentos y me iban a quitar la moto. Pero les caí en gracia, así que me dejaron llevármela. Esa vez juré y re juré que no me volvía a subir nunca más. Me duró lo mismo que me duró la hinchazón en la pierna sobre la cual caí, con la moto encima. Volví a salir, pensando en sacar los documentos, cosa que nunca hice. Luego nos cambiamos al lugar en el que vivo ahora. Acá la usaba principalmente para ir a dejarles la comida a mis hijos al colegio, en la hora de almuerzo. Un día en el que ya me venía a la casa, un grupo de profesores salía para comprar algo en el negocio de la esquina, supongo. Entonces yo, por hacerme la chora, aceleré la moto. El estacionamiento que está frente al colegio es de tierra y piedras, por lo que la moto se me ronceó, se me fue a la calle y me saqué la cresta. Arrastre el codo por el asfalto y se me peló entero. La herida no me dolió nada en comparación a lo que me dolió el orgullo. Los profesores salieron corriendo a recogerme mientras los compañeros de mi hijo menor gritaban que su mamá se había caído de una moto. Nunca más la volví a usar, De hecho está en el estacionamiento llena de polvo. Además, con el tiempo, se le bajó una rueda. No la he arreglado, una porque no tengo plata y otra porque aun me duele el orgullo cada vez que me miro el codo y me veo la cicatriz.
miércoles, 8 de julio de 2015
Esa es la madre del cordero
En la Comunidad todo era diferente. Las puertas se dejaban sin llave, las personas no decían malas palabras, los jóvenes y las señoritas se comportaban decentemente, no se mentía, etcétera. Pero de un día para otro, algo cambió. Cosas comenzaron a desaparecer. Una bufanda, un par de jeans, un par de calcetines. Desaparecían de los tendederos o de la lavandería. Al principio todos pensaron que se trataba de una confusión entre las ropas de unos y de otros, pero luego se dieron cuenta de que todo se había perdido. Entonces empezaron las investigaciones, en las que yo participé activamente, ya que entre todo lo extraviado, estaban mis zapatos de colegio. Como ya he dicho antes, mis papás no contaban con muchos recursos para vivir, menos para comprar un segundo par de zapatos durante el mismo año. Pero no eran solamente los zapatos. Lo peor era que, dentro de los zapatos, iban mis plantillas. El médico me las había recetado hace poco, porque nací con las piernas chuecas. El problema fue que ese par de plantillas, fue el único par que tuve en la vida, así que las piernas no se me enderezaron nunca. Es por eso que se me juntan las rodillas. Para corregir la postura, cargo los talones hacia afuera. Esa es la razón por la que me cuesta tanto cambiar de zapatos y ocupo siempre los mismos una vez que los amanso, como se dice. Pero me desvié del tema o hice un pequeño paréntesis, como quieran. Lo que sucedió con la extraña desaparición de las cosas, fue que finalmente se descubrió que el ladrón era uno de los estudiantes de una de las escuelas impartidas por la Misión. Lo que pasó fue que el estudiante comenzó a aparecer vestido con las prendas que se habían perdido y al ser encarado alegaba que ellas siempre habían sido suyas. Al final resultó que el tipo era cleptómano, así que le pidieron que devolviera lo que se había robado y lo echaron. Desgraciadamente, de mis zapatos y de mis plantillas no se supo nunca más. Consulté hace unos años a un traumatólogo para ver si había algo que se pudiera hacer con mis rodillas, pero a estas alturas ya no hay caso, según lo que entendí. Así que tendré que esperar a que la suela de mis zapatos nuevos se gaste para que así las piernas me queden parejas otra vez y deje de andar enredándome con mis propios pies.
Por la tangente
No quiero terminar hablando de otra cosa, pero finalmente siempre lo hago. Como ahora.
lunes, 6 de julio de 2015
Replay
Hace días los vi. Pensé que eran dos estrellas que cambiaban de lugar. Tuve miedo. Creí que alucinaba nuevamente. Entonces me dijeron que no, que eran dos planetas. Recién esta noche lo supe. No recuerdo los nombres. Pero no es tan importante, porque ahora sé que no soy la única que los ve. Caminé mirándolos hasta que tomé el colectivo. Llegué a la estación. Esperé el metro. Me subí en el primer carro. No había mucha gente, así que me senté. Luego, en el asiento del frente, se sentó un hombre. Lo miré a los ojos. Se veían cansados. No cansados de juerga. Cansados de trabajo, de insomnio. Estaban enrojecidos, incluso. Cabeceó un par de veces. Unos minutos después me bajé en Los Héroes para hacer trasbordo. Ahora si había gente. Me paré junto a la puerta. De pronto, de la nada, recordé mi argolla de matrimonio y la extrañé. No su significado ni nada parecido. Extrañé solamente la argolla. El anillo. El cintillo de oro siempre en mi dedo anular izquierdo, por un poco mas de diez años. Siempre en mi dedo, porque no me lo quitaba ni para dormir. Tal vez por eso lo extrañé y lo extraño a menudo. Esa sensación. Esa molestia a la que uno se acostumbra. Pensaba en eso cuando me di cuenta de que había programado una de las canciones de mi lista de reproducción para que sonara una y otra vez.
¿Y si duermo sobre mi costado derecho?
Cuando era niña viví en la casa de mi abuela. Cuando era niña, mi abuela me dijo que no había que dormir sobre el costado izquierdo, porque se aplastaba el corazón y se tenían pesadillas.
domingo, 5 de julio de 2015
Elige una mano
Elige una mano. ¿La derecha?, ¿la que es azul sin que sepas por qué?. En la derecha no hay nada. ¿La izquierda?, ¿la que es roja sin que sepas por qué?. En la izquierda está mi corazón. Elige una mano. La derecha vacía o la izquierda con mi corazón. La derecha está en silencio. La izquierda late. ¿La escuchas?. Mira, acerca el oído. Un poco más. ¿Puedes oír el latido?. ¿No?.
sábado, 4 de julio de 2015
Parece chiste...
Salí de mi casa camino al terminal. A mitad de camino, me di cuenta de que se me había quedado la billetera en la casa. Le dije al hombre del colectivo que nos devolviéramos a buscarla, que le pagaba otro pasaje. Nos devolvimos, agarré la billetera y me llevó directo al terminal por dos lucas. Compré el pasaje. Me subí al bus que salía a las quince veinte, me senté y me di cuenta de que se me había quedado el chaquetón en la casa. Pero esta vez no había nada que hacer, así que supongo que me cagaré de frío el resto de los días que pase en Santiago. Además se me rompió un zapato. Mis zapatos favoritos y los únicos que tengo, por lo mismo, los únicos que traje. Por suerte el edificio de mi hermana da a unos locales comerciales en los que hay una liquidadora de calzado. Mañana voy a ver que encuentro. Para llegar acá, tuve que hacer trasbordo en Los Héroes, pero en vez de tomar hacia Ciudad del Niño, que es donde me tenía que bajar, me fui para el otro lado. Lo bueno fue que se me ocurrió preguntar cuando venía en camino y me dijeron que iba al revés. Después llegué al edificio y tienen un ascensor par y otro impar. Como no me había dado cuenta, me subí al que no tenía tres. Llegué al último piso y me devolví. Mi cuñado me preguntaba después por qué no me había bajado en el cuarto y usado las escaleras para llegar al tercero. La verdad es que no se me ocurrió y además andaba con la maleta y en fin...
jueves, 2 de julio de 2015
TV cable
Hace varios años viví en el paradero siete de Pajaritos. Por Las Torres hacia adentro. El arriendo de la casa en la que vivía era barato, porque estaba a bastante mal traer y los dueños no tenían ninguna intención de arreglarla. Era una casa pareada. La casa de al lado había sido ampliada y su comedor quedaba justo al lado del dormitorio matrimonial. Por lo que, los fines de semana, era imposible dormir hasta tarde, ya que eran una familia con niños pequeños que despertaban temprano. Aparte de eso, en el invierno era horriblemente húmeda. Si recuerdo que incluso una vez encontré entre la cama y la pared, una especie de champiñon que había crecido por la ranura que quedaba entre el guardapolvos y los ladrillos. Cómo me hubiese gustado contar con los medios o para arreglarla o para vivir en otro lado. Yo creo que mas lo segundo que lo primero. Pero en ese tiempo ganaba doscientas lucas y no me alcanzaba para otra cosa. Tenía varias deudas que había adquirido para financiar parte de mi fiesta de matrimonio y además de eso, mi ex marido seguía en la Universidad, así que cero posibilidades. En fin. Un día, un fin de semana, creo que sábado, llegó un tipo de una empresa de televisión por cable. 'Buenas tardes', me dijo. '¿Es usted la dueña de casa?'. Contesté que si. 'Mire señora, tenemos registros de que usted ha estado utilizando nuestra señal de televisión por cable sin tener un contrato con nosotros. Ahora bien, el conducto regular sería aplicar una multa, pero lo que le ofrezco es hacer un trato. Contrate el servicio por un año y olvidamos el asunto'. '¿Terminó?', le pregunté. '¿Sabe lo que pasa?, yo no tengo tele'. El tipo me miró con una cara de incredulidad tan grande que le ofrecí pasar a la casa a revisar. Y pasó. Y no encontró ninguna tele. '¿Pero, por qué...?'. 'Por opción', respondí. Y justo después de haberlo dicho me sentí tan importante, como si en realidad no tener tele fuera una gran cosa. Como si me subiera el pelo, o algo así. Hoy me pregunto cuáles son las cosas que no hago 'por opción' y en realidad no encuentro ninguna que valga la pena mencionar. Además qué tanto...
miércoles, 1 de julio de 2015
Mi hermana tenía un año, así que yo debo haber tenido como cuatro. Ibamos en una micro. Dos señoras conversaban en los asientos delante de los nuestros. Hablaban de sus maridos y de la manera en que les gustaba que les cocinaran ciertas cosas. Entonces una comentó que su esposo era muy jodido. 'Le gustan los bistecs de vuelta y vuelta'. '¿Cómo es eso?', preguntó la otra. 'Se fríe un lado primero, luego el otro y listo, no hay que darle más vueltas'. Y así fue como aprendí cómo se fríe un bistec. Cuando quiera le preparo uno.
Amo
Sigo dándome contra el mismo muro una y otra vez. Y no aprendo. E insisto en encontrar una puerta donde no la hay. A veces me canso y me siento junto al muro. Me apoyo sobre él. Es frío. De vez en cuando me duermo. Y sueño con el muro. Sueño que me hago grande y el muro empequeñece. Despierto. Sigo buscando una puerta que no existe. Siempre es de noche cerca del muro. Oscuro. Solitario. Golpeo las piedras del muro. Las pateo. Puñeteo. Solamente se oye el silencio del muro. Pero persevero. Persevero porque amo. Amo lo que esconde ese muro.
martes, 30 de junio de 2015
lunes, 29 de junio de 2015
No sé volar
Como dije hace un par de entradas atrás, mi papá tuvo un programa en la Radio Armonía. Su finalidad era lograr que los evangélicos salieran un poco de su mundo de iglesia y se convirtieran en agentes de cambio en la sociedad. Parece que no lo escucharon, creo que la mayoría entenderá por qué lo digo. Hubo si un oyente que comenzó a enviar correos con pensamientos y preguntas que interesaron a mi padre al punto de querer conocerlo. Así que un día lo invitó a nuestra casa. Fue la primera vez que lo vi. Nos hicimos amigos. Teníamos bastantes cosas en común. Sobretodo el tema de la iglesia como elemento de cambio. Después de un año y cinco pisco sours en un cumpleaños, comenzamos a pololear. Una de las primeras cosas que hicimos como pareja, fue ir a ver una película al Normandie. Estaban dando El Lado Oscuro del Corazón, su favorita. Es esa película en la que se citan varios poemas de Benedetti, (incluso hace un cameo) y otros de Oliverio Girondo, (los más mamones, si me lo preguntan). Entre los de Oliverio estaba el famoso '... ¡pero eso si! y en esto soy irreductible, no les perdono bajo ningún pretexto que no sepan volar'. Saliendo del cine, le pregunté a qué pensaba que se refería el personaje cuando hacía esa declaración. Y me dio una serie de razones y descripciones en las que yo no encajaba por ninguna parte. 'Entonces yo no sé volar', fue lo único que le dije. Creo que ese fue el instante preciso en el que debí haber dejado la relación. Pero no lo hice. No me pregunten por qué, pero no lo hice. Luego de un año de pololeo, nos casamos. Y después de diez años de matrimonio, nos separamos. Lo triste de todo esto y lo que más me duele, es que en todos los años que estuvimos juntos, nunca aprendí a volar. Es por esto y por algunas otras razones, que cuando me preguntan por qué me separé, simplemente contesto 'porque ese niño nació muerto'.
domingo, 28 de junio de 2015
sábado, 27 de junio de 2015
Canicas
Cuando era niña, me tragaba las bolitas. Jugaba con unos vecinos y, cuando ganaba, me echaba una a la boca. Entonces, mientras andaba de aquí para allá y de allá para acá de pronto, zas! que me la tragaba. Y me echaba otra y mientras andaba de aquí para allá y de allá para acá, de pronto ,zas! que me la tragaba. Así sucesivamente. Lo bueno fue que nunca me gané un bolon. Si me lo hubiera ganado, ¿se imaginan?
viernes, 26 de junio de 2015
Cuatro años
Creo que fue el mejor cumpleaños que tuve cuando era niña. Cumpleaños con platitos de galletas, un pan de molde con paté, leche con chocolate, globos, serpentinas, gorros y cornetas. Mi abuelita me tejió un chaleco blanco y una tía me hizo la torta. Los invitados fueron un par de primos y los regalos, aparte del chaleco, fueron seguramente calzones y pañuelos de genero. No tuve otros cumpleaños así, con tantos detalles, por decirlo de alguna manera, porque no siempre había dinero para hacerlo. Pero parece que ese doce de Julio de mil novecientos ochenta, mi papá andaba con plata y resultó una de las mejores celebraciones de las que tengo memoria. Y es de la única, de ese tiempo, que tengo una fotografía.
jueves, 25 de junio de 2015
La fea
A mi abuela le gustaba recitar. Hubo una poesía que recitó muchas veces y que yo me aprendí casi completamente. La he buscado en varias oportunidades, pero nunca la he podido encontrar. Tampoco he conocido a otra persona que se la sepa. Lo que recuerdo, dice así 'Es fea la muchachita que llegó ayer a la escuela, de su carita sin gracia se ríen sus compañeras. La dejan sola en el patio pues nadie con ella juega y a veces, que poco tino, le gritan chiquilla fea. Hoy no aguantó más y se quedó tras las salas de estudio, llorando como lloran las niñas buenas, cuando saben que en este mundo, no hay nadie que las comprenda. Una de sus compañeras que la vio llamó a sus otras compañeras y les dijo (o algo así) vengan, vengan a ver como llora, arrinconada la fea'.
miércoles, 24 de junio de 2015
Una nota para Chiharu
Chiharu me ha mostrado una nueva dimensión del amor. O tal vez me la ha recordado. Y es que cuando era niña, amaba a los gatos. Pero a medida que fui creciendo, el espacio que llenaban ellos y otros seres vivos, fue ocupado por seres muertos. Tanto fue así, que los muertos sobrevivieron a los vivos y todo quedó en silencio. Hoy, en cambio, puedo decir con asombro, que eso ha cambiado. Que un pequeño corazón late dentro del mío y vuelve a darle sentido a abrazar a esos seres vivos que renacen en la figura de Chiharu.
martes, 23 de junio de 2015
Recordando lo que recuerdo que recordaba
Estuve pensando un buen rato en qué escribir hoy, pero lo único que se me vino a la mente fue que recuerdo haber dicho luenga en vez de lengua, cuando era niña. Además recuerdo haber dicho estuata en vez de estatua. También recuerdo haber dicho albon en vez de albóndiga y estógamo en vez de estómago. Cosa que le sucede a la mayoría de los niños me imagino, así que, que a mi me pasara no tiene nada de especial. Pero, como dije antes, es lo único que se me vino a la cabeza. Esperen, ahora puedo agregar que adicionalmente, recuerdo el momento en el que uno de mis tíos intentaba hacerme decir estatua en vez de estuata. Aunque en realidad, da lo mismo que se los cuente, porque de todas formas no hay manera de que pueda mostrarles mi recuerdo, lo que hace que el asunto pierda la gracia. Lo mas cercano que puedo hacer, es explicar lo que recuerdo, que es un instante mínimo. Estamos en el patio de la casa de mi abuelita y mi tío se ríe de mi por lo trabada que tengo la luenga. Perdón, quise decir la lengua.
lunes, 22 de junio de 2015
Cosas buenas
He dicho por lo menos un par de veces, que terminé la enseñanza media en un dos por uno. La terminé en el ENAC, el Instituto que está justo en una de las salidas del Metro República. También he hablado por lo menos un par de veces, de lo mal que me porté mientras estudiaba ahí. De lo que no he hablado, es de algunas de las cosas buenas que ocurrieron en el mismo Instituto. Por ejemplo, no he contado que tenía tres amigos con los que me juntaba todos los días. Salíamos a la vereda a fumar, porque no se podía fumar dentro del edificio. Una vez andaba con una falda negra, bastante corta y de pronto una ráfaga de viento me la subió. Esa no fue una de las cosas buenas que me pasaron a mi, pero si fue una de las cosas buenas que les pasó a mis amigos. Tenía un profesor de Historia que fue el mejor profesor que tuve en todos los años en los que estudié. Es que aparte de ser profesor de Historia, era profesor de Teatro, por lo que sus clases eran entretenidisimas. Para las pruebas ni siquiera necesitaba mirar el cuaderno, porque tenía las clases tan grabadas en la memoria, que los contenidos fluían sin que yo tuviera que hacer ningún esfuerzo. Mis amigos siempre se enojaban, porque me preguntaban si había repasado para la prueba y siempre les contestaba que no. Después salía con un siete y me querían matar porque no les había soplado, pero es que como digo más adelante, nunca fui buena ni para copiar ni para soplar. Recuerdo que en el tiempo que estudié ahí, el y su esposa tuvieron un hijo al que le pusieron Nicolás, porque a los dos les fascinaba todo el tema de la Navidad. Tuve unas clases de Inglés con una profesora que era re simpática. Siempre, para las pruebas, le pedía que me sentara adelante para que mis compañeros no me pidieran las respuestas a las preguntas. No porque no quisiera ayudarlos, sino porque siempre fui mala para copiar y peor aun para dejar que me copiaran. De hecho, creo que una sola vez hice un torpedo para una clase de Biología, pero me puse tan nerviosa, que no lo pude usar y al final terminé comiéndomelo. La misma profe, al finalizar el año, armó una convivencia con amigo secreto y todo. Además hizo un juego en el que había que contestar un par de cosas en inglés. No se por qué motivo me equivoqué y la penitencia fue que cantara al menos una parte de una canción en ese idioma, Fue idea de mis amigos, a los que siempre les cantaba cuando estaba arriba de la pelota. Back for Good de Take That fue lo que canté.
domingo, 21 de junio de 2015
sábado, 20 de junio de 2015
Cuando era chica sufría de bronquitis, entre otras cosas. En ese tiempo, mis papás no tenían dinero para llevarme al médico, por lo que la tos se curaba con uno de los remedios caseros de mi abuelita. Este consistía en una cucharada de jugo de cebolla con unas gotas de limón. 'Ya, abra la boca y tomeselo en el nombre del Señor', me decía siempre antes de dármelo. Lo que yo me pregunto es si era el remedio o 'en el nombre del Señor' lo que me hacía efecto...
viernes, 19 de junio de 2015
Contra el Tránsito
El primer trabajo estable que tuvo mi papá después de salir de la Misión, fue en la Radio Armonía. Si, ya se, comparto plenamente todos los reparos que puedan tener acerca de la emisora, pero que le vamos a hacer, mi papá necesitaba trabajar y ahí le dieron trabajo. Durante el tiempo que estuvo en la radio, yo lo visitaba regularmente. Una mañana en la que lo había ido a ver, mi papá me presentó a alguien que estaba encargado de la programación. Esta persona comenzó a conversar conmigo y terminamos hablando de hacer un programa para jóvenes. Yo propuse el nombre y la temática del programa y la idea era que fuera mío. Luego de ese encuentro, esta persona programó una reunión con un par de jóvenes que me acompañarían en la cabina de locución. El programa debía ser de la línea de los que se escuchaban en la Rock and Pop y se llamaría Contra el Transito. Lo principal era que no sonara para nada canuto. Eso, según yo, era lo más importante. Y comenzamos con el proyecto. Duré dos semanas. El par de jóvenes con los que hacía el programa se tomaron el micrófono y convirtieron Contra el Tránsito en una Escuela Dominical, mientras tanto yo hacia la publicidad. Así que renuncié. Ahora que lo pienso, no sé si recordar la experiencia como algo de lo que debiera avergonzarme o de lo que debiera estar orgullosa. Porque si lo miro por el lado amable, no cualquiera sale al aire por dos semanas a todo Chile, aunque sea por la Radio Armonía.
jueves, 18 de junio de 2015
Como Papelucho
Es que siempre tengo sueño. Hoy dormí toda la tarde. Dormí toda la tarde en la casa de mi hermana menor. Cuando volvimos a la casa de mi hermana del medio, me tomé un café para alcanzar a compartir un poco antes de volver a Quilpué, mañana en la mañana. En realidad, me tomé tres. Ahora no me puedo dormir, aunque estoy un poco adormilada. Es el efecto del café. No es que te quite el sueño, es solamente que no te deja dormir. Me pican los ojos. Además estoy pensando, otra vez, en algo que no debo pensar. Aunque no entiendo muy bien por qué. Por qué no debo, quiero decir. Quizás porque me duele un poco el pecho cuando lo hago. Además como que se me hace un nudo en la garganta. Se me pone la voz un poco ronca también. Lo bueno es que, a esta hora, nadie viene a hablar conmigo. Entonces yo soy la única que se da cuenta de eso que me pasa con la voz. También pensar lo que pienso me hace sentir. O tal vez sea al revés. Sentir lo que siento me hace pensar. O querer, más bien. Querer yo creo. Esperar también. Esperar harto, para ser sincera. Me imagino que eso es lo que genera esa especie de dolor en el pecho. A veces me da un poco de susto, porque no sé hasta que punto eso que está ahí dentro, doliendo, pueda aguantar. Aunque no se trata de eso, o sea, no se trata tanto del susto. Se trata más bien de que se siente como si uno se fuera muriendo de a poco. Y todo lo que es de a poco, es mas difícil de manejar que todo lo que es de a todo. Cuando es de a todo, la cuestión empieza y termina depronto. En cambio lo otro, eso que es de a poco, dura eternamente. Estoy hablando como Papelucho parece. Así como de una manera medio tonta. Pero es que , como dije antes, estoy un poco adormilada y además, por detrás de lo que escribo, estoy pensando o sintiendo eso que no debo. Por lo que todo se vuelve un poco más confuso. Lo mejor sería dejar de andar con rodeos y soltar todo lo que hay que soltar. Pero otra vez el miedo.
miércoles, 17 de junio de 2015
martes, 16 de junio de 2015
Vine a Santiago a ver a mis hermanas y aproveché de juntarme una vez más con mi padre. No me he perdido, pero en vez de bajarme en Universidad de Chile, (que era donde me tenía que bajar), me bajé en Moneda. Nos juntamos en el Paseo Ahumada e hicimos nuestra tradicional visita al Cory. Luego a la casa de mi hermana, sin contratiempos.
lunes, 15 de junio de 2015
Keep it in the Closet
Me operaron la primera vez en Estados Unidos, en el Arlington Hospital, en Washington. Tenía dieciséis años. No voy a referirme a las causas de la intervención, porque fueron muy complicadas y pasaría demasiado tiempo tratando de explicarlas. Incluso así, no creo que quedarían claras, por lo que prefiero obviarlas. Lo que sí puedo decir es que creo que en los quince días que estuve ahí, vi a Michael Jackson más de lo que lo había visto y volví a verlo en toda mi vida. Y es que me pasaba los días y las noches mirando un canal de música en el que mostraban todos los hits del momento. Y ese año el hit del momento era Keep it in the Closet, de Michael Jackson. Me aprendí de memoria el tema. Vi y envidié a la Naomi Campbell hasta que me cansé y entendí, por fin, por qué se decía que el tipo era uno de los mejores bailarines del momento. Si miro en perspectiva, hasta podría decir que lo pasé bien, si es que no tomo en cuenta los síntomas de mi enfermedad, obviamente. Sobretodo por la compañía diaria de mi familia, que llegaba temprano en la mañana y se iba tarde en la tarde. Pero no por los motivos que yo hubiese esperado. Resulta que en la casa en la que estábamos de visita, no había cable, por lo que en la televisión se veían como tres canales. Además el barrio quedaba lejos de la ciudad así que nada mejor que ir a visitar a la enferma y pasarse el día viendo películas y tomando juguito de manzanas. Tengo muchos otros recuerdos de ese par de semanas, pero esta noche voy a dejarlos solamente con estos y con las bandas de identificación que llevé puestas durante esos quince días en el Arlington Hospital en Washington DC.
domingo, 14 de junio de 2015
Rojo
Se puso la bata blanca. Salió al patio, descalza. Miró al cielo y vio estrellas. Un par de nubes. Le dio un poco frío, pero no le importó. Ella sabía. En cualquier instante llegaría el momento. De pronto sintió la puñalada. La sangre manchó de rojo la bata blanca. Antes de caer, sonrió. Ella sabía. En cualquier instante llegaría el momento...
sábado, 13 de junio de 2015
viernes, 12 de junio de 2015
Burbuja
Solamente sé que he estado en esta misma posición más de una vez. Tantas veces. Atorada. Con los dedos inútiles. Con las ideas torcidas. Abriendo y cerrando caminos por los cuales transitar, o no. Tengo la garganta llena de palabras, las manos repletas de sensaciones. Y nada más que decir. Y todo más que decir.
jueves, 11 de junio de 2015
Visita de doctor
Si, ya lo he dicho, mi padre y yo somos amigos. Hoy estuvimos juntos, en la tarde. Un par de horas solamente. Bajamos al centro. Caminamos un poco. Caminamos del brazo. Me gusta caminar de su brazo y acercar mi mejilla a la de él de vez en cuando, en un gesto de cariño. Me gusta tener eso con mi padre, esa complicidad. Me gusta ocupar ese lugar. El de una amiga, además del de una hija. Me gusta que él me haya dado ese espacio, pero me gusta también el habérmelo ganado. Y es que no es una persona fácil de llevar mi padre. No es una persona fácil de alcanzar. Para llegar a él hubo que golpear, hubo que empujar, hubo que esperar; hubo que llorar, hubo que pedir, hubo que exigir. Hubo que, muchas cosas. Y entre ellas, también hubo que amar. Aunque amar no hubo que. Amar se amó no mas. Y se ama no mas. Y se amará no mas.
miércoles, 10 de junio de 2015
Relato ínfimo
Todo esto jamás habría sucedido si ella no hubiese dejado la puerta abierta. Pero fue descuidada, como pocas veces. Ahora lamenta haber perdido aquello que guardara con tanto celo, dentro de la habitación. Su paz.
martes, 9 de junio de 2015
Nueve líneas
Ni siquiera sé su nombre.
Ni siquiera sé su boca.
Ni siquiera sé su piel.
Ni siquiera sé si existe.
Ni siquiera sé si está.
Ni siquiera sé si es.
Entonces para qué.
Entonces por qué.
Entonces qué.
Ni siquiera sé su boca.
Ni siquiera sé su piel.
Ni siquiera sé si existe.
Ni siquiera sé si está.
Ni siquiera sé si es.
Entonces para qué.
Entonces por qué.
Entonces qué.
Entre paréntesis
Este fin de semana estuve en la casa de una amiga. A veces me emociona escucharla hablar. A veces me emociona ser su amiga. Y es que es una de las personas con uno de los corazones más nobles que conozco. Me gustaría ser un poco como ella. Por lo menos un poco.
lunes, 8 de junio de 2015
Qué le vamos a hacer
Hoy tuve que ir al colegio a retirar a mi hijo menor, que está resfriado. Como lo he dicho en otras ocasiones, tengo mucho cariño por el establecimiento. Aun así, debo reconocer que me cuesta ir allá, porque me doy cuenta que hay docentes y alumnos que me miran con resquemor. Y tienen razones validas para hacerlo, porque incluso hasta allá han ido a dar mis desvaríos. Pero el hecho de que lo sean, no quiere decir que deje de afectarme. Antes de finalizar este pequeño comentario, me gustaría agregar que esta noche tampoco estaba de ánimo, pero hice un gran esfuerzo. Hasta mañana.
domingo, 7 de junio de 2015
sábado, 6 de junio de 2015
Nutella y paté
En Suiza, el lugar en el que estaba la sede de la organización misionera a la que pertenecíamos, era una casa que había sido un asilo para ancianos. Era una casa grande, de tres pisos y acondicionada para atender a personas de la tercera edad. La casa quedaba en medio del campo, en un pueblo cerca de Zurich. Y en Suiza, en el campo, hay vacas. Y las vacas, tienen cencerros. Todas. Son unas vacas enormes. Las más gordas y las más lindas que he visto en mi vida. A veces uno despertaba en la noche y las escuchaba mugir, haciendo sonar esas especies de campanas. Y automáticamente pensaba en leche, chocolate y queso. Bueno, al menos eso me pasaba a mi, de vez en cuando. Vivimos en Suiza tres meses. Mi papá había sido invitado a formar parte del liderazgo de la Escuela de Cosmovisión Bíblica Cristiana. Durante ese tiempo, se llevó a cabo un seminario con el mismo nombre de la escuela. La intención del curso y en especial la del seminario, era echar abajo los fundamentos de todas las otras cosmovisiones habidas y por haber. Yo tomé ese seminario. No recuerdo cuánto tiempo duró ni de que se trató, específicamente. Lo que si recuerdo, es que después de que salimos de la misión y deseché también la cosmovisión bíblica cristiana, me quedé sin nada. Pero a lo que voy es a otra cosa. A veces teníamos hambre, mi hermana del medio y yo. Lo que hacíamos entonces, era meternos a la cocina, robarnos un pan de esos redondos, de kilo, que no sé cómo se llaman. Además del pan, nos llevábamos un frasco de nutella y un tubo de paté. Un tubo, porque el paté venía en esos tubos parecidos a los de la pasta de dientes. Mientras todos estaban en clases, ella y yo subíamos a nuestro dormitorio que tenía un pequeño balcón, nos sentábamos ahí relajadamente, a comer y a disfrutar de la hermosa vista que la naturaleza nos regalaba, hasta hartarnos.
Parra, de los Parra de Parral
Mi hermana y yo eramos 'disidentes', por usar una palabra exagerada. Al comenzar la adolescencia, entramos en franca rebeldía contra todos los estatutos evangélicos. Bueno 'franca' y 'todos', también son exageraciones, pero al menos así es como me gusta recordarlo. ¿Cuáles eran realmente los estatutos y las disidencias a las que me refiero?, básicamente a la vestimenta que usábamos y al tipo de música que escuchábamos. Además estaba el hecho, para ser sincera, de que fumábamos y tomábamos a escondidas en las inmediaciones del sitio en el que estaba la sede de la Misión. Lo otro era que mi hermana pololeaba a los catorce años. Creo que estas cinco cosas eran todas las horribles ofensas que cometíamos en contra del evangelio y de los misioneros, dicho sea de paso. Ah, aparte llevábamos amigos 'no cristianos' a nuestra casa. No sé si todas estas situaciones eran de dominio público, pero si sé que hubo filtraciones. Es por eso que nos ganamos el apodo de 'las hermanitas Parra'. Los interesante es que, a los ojos de lo demás, las cosas eran bastante más terribles de lo que realmente eran. Por decir algunas, yo era satánica porque me vestía de negro y escuchaba Guns N' Roses. Mi hermana era una suelta que se acostaba con el pololo. Las dos fumábamos, pero marihuana. Por supuesto, eramos unas ebrias y los amigos que invitábamos a la casa, eran todo lo anterior y cosas mucho peores. Por estas y algunas otras razones, eramos una mala influencia para los demás niños y adolescentes que vivían en la parcela, por lo que les prohibían relacionarse con nosotras. 'Cuidado, no se junten con las hermanitas Parra...'
viernes, 5 de junio de 2015
Me costó entender eso de 'la casa de los pies'. Es que siempre escuché, cuando era chica, decir que 'en la casa de los pies, esto y lo otro'. Hasta que averigué que 'la casa de los pies', era la que quedaba detrás de la nuestra. En esa casa, había un árbol de caquis. El árbol, tenía unas ramas que caían sobre nuestro patio. El vecino nos daba permiso para sacar los caquis que crecían en esas ramas. A mi no me gustaban, porque la primera vez que los probé, estaban maduros y tenían un sabor raro. Hasta que un día me comí uno verde. O sea, le faltaba para madurar. Y ahí si que me gustaron, porque te dejaban una sensación áspera en la boca. Además hacían un ruido como de manzanas cuando los mordía y ese sonido me encanta, cuando las manzanas no están harinosas, eso si.
jueves, 4 de junio de 2015
Diecinueve años atrás
Mi papá y mi mamá se conocieron mientras mi papá estudiaba publicidad en la Universidad Técnica del Estado. Tres meses después, se casaron. Ninguno de los dos tenía más de veintidós años. Cuando mi papá terminó su carrera, formó una oficina con dos o tres personas más. Recuerdo haber estado ahí un par de veces, a pesar de ser muy pequeña en ese entonces. Como en muchos matrimonios, los problemas comenzaron desde muy temprano. Y es que mi papá era bastante dado a la juerga. Recuerdo haber escuchado la palabra 'Picaresque' más de una vez en esa época. Bueno, pero para qué seguir entrando en ese tipo de detalles. En el intertanto nació mi hermana del medio y estaban a punto de separarse, cuando ocurrió lo de la misionera neozelandesa y entraron a la Misión. Mi papá dedicó diecisiete años de servicio a esa organización, sin ningún tipo de remuneración. De hecho, él tenía que pagar para que nosotros pudiéramos vivir ahí. Pasados esos diecisiete años, le dieron las muchas gracias y le pidieron que se marchara. Así, sin más. Después de todo ese tiempo de haber estado fuera del ámbito laboral, volver a trabajar fue muy difícil para él. La publicidad, como él la concebía, estaba pasada de moda. Pero había que subsistir. Volvió a juntarse con un par de personas e intentó crear una pequeña empresa publicitaria. Tengo que aclarar aquí, que mi padre siempre soñó con ser un agente de cambio en la sociedad, pero más que nada en 'el mundo evangélico', por lo que sus colegas y él, intentaron editar una revista destinada a ese público. No recuerdo su nombre ahora, pero sí recuerdo que me contrataron para vender suscripciones. La oficina quedaba en San Isidro, en una antigua casa perteneciente a los Gedeones y en donde les arrendaron un espacio. Me gustaba esa casa. Sobretodo porque en la parte de atrás tenía unas piezas de adobe a medio derrumbar. Había lo que debe haber sido un dormitorio, en el segundo piso. Pasaba ahí bastante tiempo mientras trabajaba con ellos y después que entré al dos por uno, seguía visitándolos para poder estar un tiempo en esa habitación. Escuchaba música, más que nada. Una vez revisando, me encontré uno de esos árboles de alambre. Estaba todo aplastado, así que me pasé un buen rato arreglándolo. Le pregunté a mi papá si podía quedarmelo, pero no me dejó. Seguramente porque los Gedeones se podían enterar y lo iban a acusar de robo, me imagino yo. Lo otro que me gustaba hacer ahí, aparte de escuchar música, era mirar por una ventana que daba a una especie de patio trasero de la casa principal. He dicho varias veces que tengo un tío que, entre otras cosas, es fotógrafo. La cuestión es que él era el encargado de las fotografías de la revista. En un momento de ocio, me tomó cinco fotos en ese lugar. Una de ellas mirando por la ventana. En ese momento, yo tenía diecinueve años.
miércoles, 3 de junio de 2015
Palmas abiertas
Abro mis manos y en ellas sigue el avecilla. Si vuela o se queda en ellas, esa es la interrogante.
martes, 2 de junio de 2015
Veintiocho días
Una vez vi esa película en la que Sandra Bulock está en un centro de rehabilitación. En la película, el psiquiatra o psicólogo, les recomendaba al salir que antes de tener una relación de pareja, tuvieran una planta por un año, sin que se les muriera. Luego, una mascota, por otro año. Lo que no les decía el médico era cómo encontrar esa pareja.
lunes, 1 de junio de 2015
Un par de chuchadas
Mi mamá tiene una prima que vive en las Rocas de Santo Domingo. El verano de mil novecientos noventa y seis, fue el primer verano que estuvimos de vacaciones en su casa. Es una mujer como pocas que conozco. Creo que transparente sería una de las palabras con la que la definiría. Ella es como es. Sin dobleces, sin poses, sin caretas. Habla fuerte, se ríe, cuenta historias. Su casa no es muy grande, pero siempre nos recibió sin hacerse ningún problema. Nos acomodábamos como fuera. Y pasábamos con ellos un par de semanas. Así como por cuatro años. Recuerdo que ese primer verano que estuvimos en su casa, vimos al flaco y al indio en el Festival de Viña, en su televisor en blanco y negro. Que manera de reírnos. Creo que nunca me he reído tanto con ningún otro par de cómicos, ni con ellos mismos al pasar del tiempo. Nos partíamos a carcajadas. Mi tío había estado de guardia esa noche, así que al otro día mi tía le contó todo lo que recordaba de la rutina con lujo de detalles. Lo mismo hacía con los goles de la Chile que el no alcanzaba a ver. Con mímica y todo. Pero lo que más recuerdo de ese año, fue que mis primos entraron a clases. Nosotros nos habíamos quedado una semana más, porque en ese tiempo aun no regularizábamos nuestra situación escolar después de haber vuelto de Estados Unidos. Estábamos durmiendo y como a las ocho de la mañana, sentimos a mi tía gritarle a mis primos '¡conchesumadre, nos quedamos dormidos!, ¡levantense cabros hueónes que estamos atrasados!' Y mis primos saltaron de la cama para vestirse, mientras nosotras nos cagábamos de la risa con la espontaneidad de mi tía.
domingo, 31 de mayo de 2015
Coco guagua
Soy la primera sobrina de los hermanos de la familia de mi mamá, por lo que fui la regalona por un par de años. Me cuentan que, como mis tíos me estimularon desde guagua, aprendí a caminar a los nueve meses y hablaba bastante cuando tenía un año. No se si será cierto, pero bueno, eso es lo que me cuentan. Había una de mis tías que no se casó hasta que yo era un poco más grande y para la que yo era como una hija. Las cinco reclaman lo mismo, en todo caso, pero ahora voy a hablar de esta. Ya dije que a las mujeres de mi familia nos gusta cantar. Pero a esta tía le gusta tanto y canta tan bien, que incluso llegó a ser parte del Coro Polifónico de la Catedral Metodista Pentecostal. Recuerdo haberla acompañado varias veces a sus ensayos y verla usar una especie de túnica amarilla con un cuello azul, si no me equivoco. Una vez que regresábamos de un ensayo, hacía tanto frío y yo andaba tan de verano, que tuvo que envolverme en ella. Además recuerdo que ese mismo día, había toque de queda y faltaba poco para que se cumpliera a la hora en que salimos de la Iglesia. Corrimos, corrimos mucho. Yo en sus brazos envuelta en la túnica que se me caía a cada rato y ella de la mano de mi tío, que nos había ido a buscar. Mi tía siempre estaba practicando para sus presentaciones. Cantaba muchas canciones, pero hay una que no se me ha olvidado, porque la cantaba tanto que incluso una vez llegué a soñar con ella. Era de Roxana. La letra decía en el coro 'siento alegría en mi alma al verme subiendo, con los salvados de Cristo a su Mansión'. En el sueño, yo escuchaba a mi tía cantando. Su voz venía desde arriba. Yo levantaba la vista y veía los pies de miles de personas que flotaban en el aire, subiendo a la Mansión de Cristo. Interesante. Ahora que estoy leyendo esto mientras lo escribo, me doy cuenta que me quedé abajo. No me voy a poner a tratar de descifrar el sueño a esta hora, en todo caso, para dilucidar cual habrá sido el motivo por el cual no subí. Pero la cuestión a la que quería llegar, era a una canción de cuna que mi tía me cantaba todas las noches en las que me hizo dormir. Una canción tan triste, que cuando se la canté un par de veces a mi hijo mayor, que tenía como dos años, me pidió que no volviera a hacerlo, porque le daba mucha pena. Y decía así 'coco guagua, coco guagua, cocorococo. Cuando era pequeña su mamá se fue y ella muy solita se quedó y hoy está sentada en un rincón, cantando esta canción. Coco guagua, coco guagua, cocorococo'. Se las voy a cantar, pero una sola vez, para que no se depriman...
viernes, 29 de mayo de 2015
Un sueño de lo mas extraño
Después de almuerzo me acosté a dormir una siesta y tuve un sueño de lo mas extraño. Tenía un bebé en los brazos de unos tres meses de edad que estaba vestido con uno de esos ajuares de lana. Era un niño. El niño se transformaba luego en un gato blanco, bastante grande y muy peludo. Estábamos en una habitación, en un segundo piso. De pronto aparecían mi sobrina y mi sobrino preparándose para una cena vegana a la que los habían invitado. Mi sobrina llevaba un vestido que le quedaba evidentemente grande. Mi sobrino quería ponerse pantalones de pitillo. Como no tenía, yo bajaba a una especie de feria persa, para ver si podía encontrar un par y comprárselos. La feria cambiaba hasta llegar a ser un Mall del futuro. Todo era blanco y luminoso. La gente que transitaba por el, también iba vestida de blanco. De a poco, el Mall fue convirtiéndose en un hospital psiquiátrico. Yo llevaba puesta una bata blanca y frente a mi se encontraba nada menos que Martín Vargas. Si, Martín Vargas y con camisa de fuerza. De pronto, un enfermero trataba de acercarse a él como para tranquilizarlo y Martín comenzaba a sacarse la camisa. Lo último que recuerdo es haber estado gritando ¡vamos Martín!, ¡vamos!, cuando desperté. Al hacerlo, pensé un poco en el sueño y concluí que fue producto de los garbanzos que almorcé. No hay otra explicación.
Conocí a un gringo una vez en un bar. Comenzamos a conversar animosamente. Pasados unos veinte minutos le dije, I want you to know that this is as far as you're goning to get with me. So you have to decide if you want us just to keep talking, or if you want to pass to the next girl to see if you can get what you might be really looking for. Y él passed on to another girl...
jueves, 28 de mayo de 2015
Tragicomedia
Es diferente cuando estás de ese lado
Cuando eres parte de ese número
Cuando sabes que ellos saben
Es diferente cuando es definitivo
Cuando la salida es una entrada
Cuando te quedas solo
No hay explicaciones
No hay escape
No hay salud
miércoles, 27 de mayo de 2015
Falló la cuerda
Teníamos una amiga norteamericana que vivió con nosotros un par de años. Compartíamos habitación. Para mi, ella era como una hermana grande. Me enseñó muchas cosas, sobretodo el como preocuparse por los demás. Aparte de eso, me enseñó varias recetas que hasta el día de hoy recuerdo. Nos gustaba cuando mis papás salían y nos quedábamos solas, preparábamos cabritas y veíamos películas que arrendaba en en Blockbuster. Una vez sus padres vinieron a visitarnos y se encariñaron harto con mis hermanas y conmigo. Cuando viajamos a USA, nos invitaron a pasar la navidad con ellos. El veinticuatro de diciembre de la navidad en estados unidos es un día muerto. En la noche se hace una comida sencilla y se espera hasta la mañana siguiente para entregar los regalos. Así lo hicimos en esa navidad. Al otro día todos despertamos temprano y fuimos a abrir nuestros presentes. Me recibí varios, pero el que más me gustó, fue una cajita de música que tocaba claro de luna de Beethoven. Hace un tiempo, mi hijo menor estaba jugando con ella y me la echó a perder. La mandé a arreglar, pero la única forma de hacerlo, es cambiándole la música. Pensar que estuvo intacta por veintitrés años...
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