Compró la scooter porque, a la larga, era más económico ir en ella al trabajo que usar la locomoción colectiva. En realidad no la compró, la sacó a crédito, como la mayoría de las cosas que teníamos. Era una Honda Elite 125, que por distintos motivos, terminó siendo mía. No puedo manejar un auto, pero si puedo manejar una scooter. La manejé por harto tiempo, aunque ni siquiera tenía documentos. Menos había hecho un curso. Un día simplemente comencé a conducirla, así como si nada. Iba al centro, al supermercado, a la casa de una amiga que tenía en ese tiempo. Me encantaba manejarla. Era un poco como volar. Tanto así, que literalmente me volaba mientras la conducía. Hasta que un día le choqué la puerta a un auto que iba a doblar y al que no vi señalizando. Llegaron los carabineros y nos llevaron a hacer la alcoholemia. Además me pasaron un parte por andar sin documentos y me iban a quitar la moto. Pero les caí en gracia, así que me dejaron llevármela. Esa vez juré y re juré que no me volvía a subir nunca más. Me duró lo mismo que me duró la hinchazón en la pierna sobre la cual caí, con la moto encima. Volví a salir, pensando en sacar los documentos, cosa que nunca hice. Luego nos cambiamos al lugar en el que vivo ahora. Acá la usaba principalmente para ir a dejarles la comida a mis hijos al colegio, en la hora de almuerzo. Un día en el que ya me venía a la casa, un grupo de profesores salía para comprar algo en el negocio de la esquina, supongo. Entonces yo, por hacerme la chora, aceleré la moto. El estacionamiento que está frente al colegio es de tierra y piedras, por lo que la moto se me ronceó, se me fue a la calle y me saqué la cresta. Arrastre el codo por el asfalto y se me peló entero. La herida no me dolió nada en comparación a lo que me dolió el orgullo. Los profesores salieron corriendo a recogerme mientras los compañeros de mi hijo menor gritaban que su mamá se había caído de una moto. Nunca más la volví a usar, De hecho está en el estacionamiento llena de polvo. Además, con el tiempo, se le bajó una rueda. No la he arreglado, una porque no tengo plata y otra porque aun me duele el orgullo cada vez que me miro el codo y me veo la cicatriz.
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