No sé. Aun me siento arrugada como una bola de papel en el papelero. Papel con algunas frases y dibujos. Palabras inconexas. Figuras sin ningún significado aparente. Y lo siento. Siento no querer intentar decir otra cosa. Intentar un relato o algo así. Siento no poder decirles algo diferente a que me siento arrugada, apretada como una bola de papel en el papelero. Arrojada por una mano invisible que quizás juega a ser Dios. O quizás no juega a ser nada. Quizás no es nada, después de todo. Nada sino una mano que no sabe que hacer con esta hoja. Una mano que arruga, lanza y encesta.
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