sábado, 25 de julio de 2015

Lo que no deberíamos haber tenido que hacer

Cuando vivía en la casa de mi abuelita, tenía una vecina con la que me juntaba a menudo. Jugábamos al saltar, al elástico y al tombo. Eso cuando había más niños. Un par de veces recuerdo haber entrado a su casa. Y es que le habían regalado una de esas muñecas grandes que caminaban y quería mostrármela. La amistad no duró mucho, para mi pesar. Me prohibieron juntarme con ella, porque mi tía, la menor, se había enterado de que su papá era alcohólico. Pero no solo eso, también supo que la mamá de mi vecina nos había mandado más de una vez a buscarlo al bar en el que acostumbraba juntarse a tomar con sus amigos. Recuerdo que mi amiga y yo teníamos que llevarlo de vuelta a la casa, completamente ebrio, agarrándolo ella de un brazo y yo del otro. Difícil tarea para un par de niñas chicas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario