Me gusta cocinar. Platos tradicionales, en general. Pero lo que más me gusta hacer, son cosas dulces. Creo que lo había mencionado antes. Lo que no dije es que muchas veces cuando estoy preparando algo, me quemo las manos. En ocasiones, los antebrazos incluso. Tengo algunas cicatrices, pero por lo general, las heridas provocadas por las quemaduras, desaparecen sin dejar rastros. Y es que le hago el quite a los guantes. Pienso que si tengo mucho cuidado, voy a evitar quemarme. Pero no hay caso. Por mas que me empeño, son pocas las veces que resulta. No sé por qué no lo hago, por qué no simplemente me pongo los guantes y listo. Lo normal sería que hubiese una razón, pero no la hay. Creo que es simple porfía. En todo caso, no era de los guantes de lo que iba a hablar. Era sobre las cosas dulces. Específicamente de los queques. Del primer queque que hice. Debo haber tenido cerca de trece años. Estaba nerviosa. Siempre me pongo nerviosa cuando preparo algo por primera vez. Hice la mezcla, la puse en un molde y la metí al horno. Entonces se me ocurrió pedirle ayuda a Dios. Fue así que me arrodillé frente a la cocina, extendí los brazos hacia el horno y oré. Y resultó. El queque quedó exquisito. Así después, no recuerdo por cuánto tiempo, continué haciendo lo mismo. Y Dios me siguió ayudando. Pero después aprendí a confiar en mi misma. Debe haber sido por eso que quise continuar con mi repostería sin la ayuda Divina. Hay veces, eso si, en que me vuelvo a poner nerviosa, y recuerdo ese día. Entonces digo simplemente 'Dios, ayúdame'. La mayoría de las veces funciona. Lo que siempre se me olvida, eso si, es darle las gracias. Así que, gracias Dios, sea que estés ahí o no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario