Salí de mi casa camino al terminal. A mitad de camino, me di cuenta de que se me había quedado la billetera en la casa. Le dije al hombre del colectivo que nos devolviéramos a buscarla, que le pagaba otro pasaje. Nos devolvimos, agarré la billetera y me llevó directo al terminal por dos lucas. Compré el pasaje. Me subí al bus que salía a las quince veinte, me senté y me di cuenta de que se me había quedado el chaquetón en la casa. Pero esta vez no había nada que hacer, así que supongo que me cagaré de frío el resto de los días que pase en Santiago. Además se me rompió un zapato. Mis zapatos favoritos y los únicos que tengo, por lo mismo, los únicos que traje. Por suerte el edificio de mi hermana da a unos locales comerciales en los que hay una liquidadora de calzado. Mañana voy a ver que encuentro. Para llegar acá, tuve que hacer trasbordo en Los Héroes, pero en vez de tomar hacia Ciudad del Niño, que es donde me tenía que bajar, me fui para el otro lado. Lo bueno fue que se me ocurrió preguntar cuando venía en camino y me dijeron que iba al revés. Después llegué al edificio y tienen un ascensor par y otro impar. Como no me había dado cuenta, me subí al que no tenía tres. Llegué al último piso y me devolví. Mi cuñado me preguntaba después por qué no me había bajado en el cuarto y usado las escaleras para llegar al tercero. La verdad es que no se me ocurrió y además andaba con la maleta y en fin...
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