jueves, 30 de julio de 2015

Cotonitos

Lo dice claramente en el envase: advertencia, no insertar en el canal auditivo. ¿Y qué es lo primero que hace uno?, hace exactamente lo opuesto.

martes, 28 de julio de 2015

'All This Love'

Esta tarde bajé al centro a tomarme un café. El café que me quedé debiendo ayer. Es que ayer estaba especial para un café, pero terminé tan contrariada, que decidí dejarlo para hoy. Fue un rato agradable, una salida agradable. Especialmente porque los aromos están brotando y ya comienzan a despedir ese olor tan rico. Es lindo cuando florecen los aromos en Quilpué. Es que hay muchos y frondosos. Lo que si es que me recuerdan ese poema de Nicanor Parra y ahí se me amarga un poco la vida, aunque solo por un momento. Pero quedemos en que fue una salida agradable, que caminé cómodamente con mis botas viejas, disfruté de un buen café y escuché esa misma canción una y otra vez, como ya es costumbre. 

lunes, 27 de julio de 2015

Resumen de la caminata de hoy

Hoy en la tarde salí a caminar bajo una suave llovizna. A mitad de camino, la suave llovizna se había transformado en una densa llovizna. Ya para cuando iba llegando al centro, la densa llovizna se había transformado en una leve lluvia. No llevaba paraguas. Casi nunca lo hago, porque no me gustan. Lo que es un problema, porque tampoco me gusta mojarme. La cuestión es que para cuando salí del supermercado, la situación climática se agravaba y yo ahí sin atinar a nada. Finalmente, y a regañadientes, entré a un local y compré un paraguas verde, que hace juego con mi chaquetón. Me costó mil quinientos pesos. O sea, es uno de esos paraguas ordinarios que uno compra para salir del paso. A los cinco minutos de haber comenzado el camino de vuelta, el cielo dejó de gotear. Y  yo con las bolsas y el paraguas que había perdido de pronto su razón de ser. Debemos habernos visto bastante ridículos los tres. El paraguas, las bolsas y yo, quiero decir, caminando todos mojados bajo una lluvia que ya no era. Lo bueno es que encontré mis botas, pensé como para consolarme. Sí. Encontré mis botas. Creí que las había regalado, pero no. Ahí estaban en el closet del segundo piso, escondidas detrás de una maleta. Las había buscado antes, sin éxito. Pero hoy volví a insistir. Y es que hace rato que los zapatos que me compré me tienen harta, porque siguen como nuevos. En cambio mis botas... Mis botas tienen por lo menos ocho años. Y me encantan. Nada de puntas vaqueras, ni flecos, ni parafernalia innecesaria. Son de cuero, con la punta cuadrada, un taco también cuadrado no muy alto y bastante toscas. Perfectas. Lo único malo, aparte del agua y eso, fue que en una parte del camino había caca de caballo y parece que la pisé. Voy a tener que tirarlas para afuera...






Terrome, terrome, tesic, tesac
Terrome, terrome, tepum patrás

domingo, 26 de julio de 2015

Sopa de piedras

Me lo contaron cuando era muy niña. Una mujer no tenía qué cocinar. Entonces alguien, (lo más probable es que, en ese entonces, me hayan dicho que fue un ángel), le decía que hiciera una sopa de piedras. La mujer no entendió bien a qué se refería con eso. Pero el ángel, (dejémoslo en que fue un ángel), le dijo que no se preocupara, que siguiera las instrucciones, simplemente. Vaya al patio y recoja dos piedras pequeñas, lávelas bien, póngalas en una olla con agua y hágalas hervir, La mujer así lo hizo. Luego el ángel comenzó a preguntar ¿tiene un poco de zanahoria?, ¿una mitad de cebolla?, ¿un diente de ajo?, ¿una papa, tal vez?. La mujer revisaba y encontraba algo de esto y algo de lo otro. Fue agregando cada cosa al agua con las piedras. Finalmente el ángel le dijo que retirara las piedras y entonces la mujer descubrió que con unas pocas sobras, había podido preparar algo para comer. Una vez se lo conté a mi mamá un día en el que estábamos en la misma situación que la mujer del cuento. Y le pedí que, por favor, hiciéramos lo mismo. Después de mucho insistir, accedió finalmente, Yo me puse muy contenta. Fui al patio a recoger las piedras, las lavé y mi mamá las puso en una hoya. Luego seguimos con el resto de las instrucciones. Y ¿qué creen?, todo resultó igualito que en la historia.
Abrete sésamo...

sábado, 25 de julio de 2015

Lo que no deberíamos haber tenido que hacer

Cuando vivía en la casa de mi abuelita, tenía una vecina con la que me juntaba a menudo. Jugábamos al saltar, al elástico y al tombo. Eso cuando había más niños. Un par de veces recuerdo haber entrado a su casa. Y es que le habían regalado una de esas muñecas grandes que caminaban y quería mostrármela. La amistad no duró mucho, para mi pesar. Me prohibieron juntarme con ella, porque mi tía, la menor, se había enterado de que su papá era alcohólico. Pero no solo eso, también supo que la mamá de mi vecina nos había mandado más de una vez a buscarlo al bar en el que acostumbraba juntarse a tomar con sus amigos. Recuerdo que mi amiga y yo teníamos que llevarlo de vuelta a la casa, completamente ebrio, agarrándolo ella de un brazo y yo del otro. Difícil tarea para un par de niñas chicas.
Una vez alguien me contó que en la biblia, en el versículo en el que aparece el famoso 'el amor todo lo soporta', el texto original dice que 'el amor todo lo sostiene'. Hermosa diferencia, si es que fuera cierta...
It's a double  rainbow all the way

viernes, 24 de julio de 2015

Evidente

Mis abuelos paternos eran pentecostales. De los pentecostales más duros. De esos en que las mujeres usan tomate, no se ponen pantalones, no se maquillan y no llevan aros. Un día mi abuela iba en una micro sentada, biblia en mano. Entonces la persona junto a ella le dice 'disculpe, pero ¿es usted evangélica?'. Ella contestó muy orgullosa que si lo era. Apenas llegó a la casa, le contó lo sucedido a mi padre, agregando al final del relato 'debe haber sido el Espíritu Santo el que dio testimonio'.

Sol en una puesta









Cuando era chica, cantábamos en la iglesia una canción que decía:

'Cuidadito los ojitos lo que miran
Cuidadito los ojitos lo que miran
Hay un Dios de amor que mirándonos está
Cuidadito los ojitos lo que mirar
Cuidadito la boquita lo que habla
Cuidadito la boquita lo que habla
Hay un Dios de amor que mirádonos está
Cuidadito la boquita lo que habla
Cuidadito las manitos lo que tocan
cuidadito las manitos lo que tocan
Hay un Dios de amor que mirandonos está
Cuidadito las manitos lo que tocan'

Y no sé, siempre me generó sentimientos encontrados, como muchas otras cosas que me enseñaron cuando era niña
¿Cómo se llama la obra?, los Díaz pasan volando.

jueves, 23 de julio de 2015

Sobre cordones umbilicales y un par de otras cosas

Escucho a mi hijo mayor reírse en la otra habitación. Mi hijo menor anda en Santiago visitando a su tía y primos paternos. Lo extraño. Pero creo que debo aprender. Debo aprender a soltar un poco el cordón. Soltarlo, porque creo que el cordón nunca se corta. Al menos no en algunos casos, o no por ambos lados, al menos. No sé si será saludable o no. Los expertos dicen que no. Los expertos de ahora. Digo de ahora, porque creo que antes no fue así. Al menos no es lo que yo recuerde haber visto durante mi infancia en la casa de mi abuela. Ver a mis tíos y a sus familias amontonarse porque ella hacía espacio donde fuera ya que la plata no les alcanzaba para tener sus propias casas. Por lo menos el cordón no se rompió por su lado, por el de mi abuela. Y creo que, durante ese tiempo, tampoco se había roto por el lado de mis tíos. No tengo idea de por qué las cosas cambiaron. O sea, me lo puedo imaginar, pero no estar segura. Lo que me imagino es que al aumentar el poder adquisitivo, los jóvenes y nuevas parejas, tuvieron acceso a eso que antes era imposible conseguir, al menos para la inmensa mayoría. Tal vez inmensa es una exageración. Así que digamos que para la mayoría, solamente. Y de a poco las casas de los padres fueron quedando vacías y las ampliaciones ya no sirvieron para nada. Y las madres, dueñas de casa principalmente, se quedaron con el cordón en las manos. Porque recuerdo que cuando yo era chica, muchas de las mujeres de la edad de mi abuela eran dueñas de casa. No como ahora. Las dueñas de casa cada vez somos menos. Y las dueñas de casa que disfrutan de serlo, menos aun. Así me lo han hecho saber algunas mujeres que he conocido. Que las dueñas de casa están en extinción y que si bien respetan mucho su opción, no hay como tener tu propia plata. Que pena que muchas cosas ahora se reduzcan solamente a eso, a la plata. A papeles y metales de bajo costo. Hay veces en que me quedo mirando las monedas y los bolletes hasta que me ocurre lo mismo que cuando repites una y otra vez la misma palabra. Pierden sentido y termino viéndolos de la misma manera en que se ven los billetes del Metropolis, o Gran Ciudad o Monopoly. Me pasa también con algunas personas. Las miro tanto rato, que al final también terminan pareciéndome de mentira, como de juguete, ellos y sus vidas. Y me da un poco de miedo. Porque pienso que si seguimos así, en algún momento, terminaremos todos siendo de juguete. Pero entonces recuerdo que hay personas que aun siguen siendo reales, que aun tienen alma y a los que les importa muy poco lo que nos ofrece la sociedad de hoy en día. En fin, en vista y considerando que ésto ya pasó a ser una divagación que no va hacia ninguna parte, mejor la dejo hasta aquí.

miércoles, 22 de julio de 2015

Queque

Me gusta cocinar. Platos tradicionales, en general. Pero lo que más me gusta hacer, son cosas dulces. Creo que lo había mencionado antes. Lo que no dije es que muchas veces cuando estoy preparando algo, me quemo las manos. En ocasiones, los antebrazos incluso. Tengo algunas cicatrices, pero por lo general, las heridas provocadas por las quemaduras, desaparecen sin dejar rastros. Y es que le hago el quite a los guantes. Pienso que si tengo mucho cuidado, voy a evitar quemarme. Pero no hay caso. Por mas que me empeño, son pocas las veces que resulta. No sé por qué no lo hago, por qué no simplemente me pongo los guantes y listo. Lo normal sería que hubiese una razón, pero no la hay. Creo que es simple porfía. En todo caso, no era de los guantes de lo que iba a hablar. Era sobre las cosas dulces. Específicamente de los queques. Del primer queque que hice. Debo haber tenido cerca de trece años. Estaba nerviosa. Siempre me pongo nerviosa cuando preparo algo por primera vez. Hice la mezcla, la puse en un molde y la metí al horno. Entonces se me ocurrió pedirle ayuda a Dios. Fue así que me arrodillé frente a la cocina, extendí los brazos hacia el horno y oré. Y resultó. El queque quedó exquisito. Así después, no recuerdo por cuánto tiempo, continué haciendo lo mismo. Y Dios me siguió ayudando. Pero después aprendí a confiar en mi misma. Debe haber sido por eso que quise continuar con mi repostería sin la ayuda Divina. Hay veces, eso si, en que me vuelvo a poner nerviosa, y recuerdo ese día. Entonces digo simplemente 'Dios, ayúdame'. La mayoría de las veces funciona. Lo que siempre se me olvida, eso si, es darle las gracias. Así que, gracias Dios, sea que estés ahí o no.

martes, 21 de julio de 2015

Dos líneas

En verano ando todo el día descalza y en invierno ando todo el día en pantuflas. Listo. Ahora saben algo más acerca de mi.
A veces la vida es como el chiste de la lombriz solitaria. Sacas la cabeza esperando encontrar leche y galletas y en vez de eso, te llega un palo.

lunes, 20 de julio de 2015

Una

Entraba a las dos de la tarde a clases. Teníamos dos recreos en los que salíamos a fumar en la vereda, porque estaba prohibido hacerlo al interior del edificio. Un día, durante el primer descanso, uno de mis compañeros de curso me invitó a tomar unas cervezas. Estuvimos tomando hasta las seis. Llegué a mi casa en un indisimulable estado de ebriedad. Apenas había cruzado la puerta, cuando mi papá sintió el olor a alcohol. ¿Dónde estuviste tomando?, gritó. En un bar, le dije. ¿Qué estuviste tomando?, gritó. Cerveza, le dije. ¿Cuántas te tomaste?, volvió a gritar. Yo tenía tanto miedo que no sabía qué contestar. Finalmente lo único que atiné a decir fue 'una'.  Hasta el día de hoy me huevea preguntándome '¿cuántas cervezas te habías tomado?', cada vez que se acuerda del incidente.

domingo, 19 de julio de 2015

Ocaso

Era verano. Pleno verano. Estábamos sentados en unos asientos de madera. Uno al lado del otro. Hablábamos mientras mirábamos el atardecer. Recuerdo que me contaba anécdotas graciosas y yo reía. Nunca lo había sentido tan cerca, excepto la vez en la que anduvimos en bicicleta. Yo quería que la hora no avanzara, pero lo hizo. Como lo hace siempre la hora. Como lo hace siempre el tiempo. Eran exactamente las diez cuando me dijo que tenía que irse. Nos despedimos. Justo en ese momento la luz del sol se perdía por completo en la Cordillera de la Costa.                                   
Insisto, las gallinas mean...

sábado, 18 de julio de 2015

Memoria

Se me están comenzando a olvidar las cosas. Hoy, por ejemplo, pensé en algo sobre lo que podía escribir esta noche. Un minuto después, lo había olvidado. En la tarde bajé al centro a tomarme un café y mientras caminaba, le daba vueltas al asunto. Y es que, a medida que pase el tiempo, voy a ir recordando cada vez menos. Me sucederá como a todo el mundo. Entonces llegué al centro y me tomé mi café, con la idea aun en mi cabeza. Luego volví a mi casa tratando de pensar en las cosas que no quiero olvidar. Entre ellas, estoy yo.


En el Playa

En el Playa las luces estaban encendidas. Había poca gente. La música era mala, pero bailamos igual. Miré a mi alrededor. Había un grupo de mujeres jóvenes. Y me di cuenta. Al estar las luces encendidas pude darme cuenta. No bailo de una manera tan exagerada ni estrambotica como yo pensaba, Aunque el grupo ese debe haber estado desde temprano y tal vez llevaran en el cuerpo bastante más alcohol del que llevaba yo. Pero haya sido por lo que haya sido, ellas si que llamaban la atención, Y yo me sentí bien. Extrañamente, me sentí bien. Me sentí bien de saber que paso más desapercibida de lo que yo creía. Me sentí bien de saber que me puedo mezclar, que puedo ser parte, que soy una más, que no soy un bicho tan raro, después de todo.

jueves, 16 de julio de 2015

Anoche

Anoche una  amiga y yo salimos a celebrar nuestros cumpleaños. Fuimos a Viña a tomar algo en el The Clinic. Nos sentamos en la terraza. Hacía un frío de mierda, lo que me tenía de mal humor. Además no quería estar ahí. Luego nos fuimos a Valparaíso, a La Trova. En el escenario había un tipo que en vez de cantar, gritaba a voz en cuello. Aparte, tenían el sonido demasiado alto para un lugar tan pequeño. De ahí nos fuimos al Playa. La música no era de nuestro total agrado, pero yo quería bailar. Habremos alcanzado a estar media hora, cuando me dijo que se había aburrido. Nos fuimos a su casa. Ella se tomó una cerveza y se fumó un cigarro. Cuando salí hoy del departamento, aun seguía durmiendo.

martes, 14 de julio de 2015

Amigas

Una vez entramos al dormitorio de su abuelo mientras él dormía. Me dijo que todos los días le daba una cantidad de dinero y que esa tarde, se había dormido sin entregárselo. Así que me convenció para que entráramos a su dormitorio para sacarlo. En la habitación había varios cuadros. Yo me quedé mirándolos mientras ella buscaba la plata. Cuando salimos del cuarto, me contó que era su abuelo el que los pintaba. Son lindos, le dije. A mi no me gustan, es que me carga el campo, contestó. Luego fuimos a un negocio que quedaba cerca. Pidió una cajetilla de cigarros. Cuando volvimos, nos encerramos en su dormitorio. Encendió uno para mi y uno para ella. Me atoré con la primera fumada. Ella se rió. Me dijo que lo intentara de nuevo, pero yo no quise. Cuando terminó de fumar, nos acostamos en su cama mirando el techo. Le volví a decir que había encontrado lindos los cuadros de su abuelo. Ella volvió de decir que no le gustaba el campo. Luego nos quedamos dormidas y así se nos fue la tarde.  
Mas encima los zapatos huelen a bubble gummers...

lunes, 13 de julio de 2015

Bola de papel

No sé. Aun me siento arrugada como una bola de papel en el papelero. Papel con algunas frases y dibujos. Palabras inconexas. Figuras sin ningún significado aparente. Y lo siento. Siento no querer intentar decir otra cosa. Intentar un relato o algo así. Siento no poder decirles algo diferente a que me siento arrugada, apretada como una bola de papel en el papelero. Arrojada por una mano invisible que quizás juega a ser Dios. O quizás no juega a ser nada. Quizás no es nada, después de todo. Nada sino una mano que no sabe que hacer con esta hoja. Una mano que arruga, lanza y encesta.
Siento que me agarraron, me hicieron una bolita, me tiraron al basurero y encestaron.

domingo, 12 de julio de 2015

Me robé

Me robé un lápiz
Me robé un sobre
Me robé una esquela
Me robé un escritorio
Me robé un pisapapeles
Me robé una foto de carne

Me robé un ahogo
Me robé un delirio
Me robé una entrega
Me robé un escalofrío
Me robé un desenfreno
Me robé una noche en blanco

Lo que nunca me robé, eso si, fue un corazón
Como dijo Julio Iglesias, llueve y está mojada la carretera.

Un café sin lluvia, por favor

Finalmente salí a caminar. Bajé al centro y me tomé un café en el café de la plaza. Volví caminando, esperando que no lloviera. No me gusta mojarme con la lluvia. Es que una vez, cuando iba como en cuarto básico, mi tío me fue a buscar al colegio y había un temporal. Las micros no pasaban y nosotros parados debajo de un árbol. Era ridículo, porque el árbol no tenía ni una sola hoja y el agua pasaba directo por entre las ramas para caer sobre nuestras cabezas. No sé cuánto tiempo pasó, lo único que sé es que cuando llegamos a la casa, estaba mojada hasta los calzones. Tenía un frío que me calaba los huesos. Tanto así, que me tuvieron que meter a la ducha con el agua bien caliente. Cuando salí, mi abuela me dio una aspirina para niños, de esas rosadas que se chupaban y eran mas malas que la cresta y me metieron a la cama. Desde ahí no soporto andar bajo la lluvia. Excepto si es tibia, como en Paraguay. Estuve ahí un verano. Hubo tormenta y con unos amigos salimos a jugar a la calle hasta quedar hechos sopa. Ahí si no me molestó. Pero es que fue diferente. Ah, pero estaba en otra cosa. Caminé de ida al centro y de vuelta a la casa, tratando de ordenar un poco los pensamientos y las emociones. Las emociones mas que los pensamientos. Pero me es difícil ordenarlas. Me sobrepasan a veces. Entonces hago eso, salgo y camino. Sin prisa, disfrutando el paseo. Eso hacía cuando recordé que mañana es mi cumpleaños. Tal vez sea hoy para cuando publique esta entrada. Cumplo treinta y nueve años. Quizás por eso andaba un poco sentimental. Y si, creo que es eso, en parte. Entonces agarré por ahí el hilo para intentar desenmarañar el asunto. Y me di cuenta de que en realidad el año se me paso tan rápido, que no alcancé a digerirlo muy bien. Eso, entre otras cosas, puede ser lo que me haya puesto un poco mal. Pero luego pensé que daba lo mismo, porque a pesar de ello, había avanzado bastante. Pueden corroborarlo con mi familia si es que no me creen. Luego intenté evadir esas otras emociones que definitivamente no puedo manejar, porque lo que las provoca está totalmente fuera de mi alcance. Pero no pude. Entonces me di cuenta de que había programado mi lista de reproducción para que repitiera el mismo tema una y otra vez. Creo que sería bueno buscar otra canción, porque por más que trato de encontrarle un nuevo sentido a ésta, termina siempre diciéndome lo mismo. Es como obvio, ¿no?.

sábado, 11 de julio de 2015

Quizás salgo a caminar. Tal vez me tome un café. Puede ser que eso ayude.
Y miró hacia atrás y se convirtió en estatua de sal...

Solo porque Dios es grande

Cuando era niña me gustaba cerciorarme de que los adultos me decían la verdad. En general lo que me gustaba saber era si iban a cumplir sus amenazas. Así, un día en que mi madre me dijo que si hacía tal cosa me iba a dar tres correazos en el traste, fui y lo hice. Y cuando me dio los correazos los conté. Fueron tres exactamente. O sea, me había dicho la verdad. Esa vez las cosas no resultaron tan mal. Es decir, lloré un poco, pero eso fue todo. Distinto fue con mi abuelo. Mi abuelo materno. Yo no lo conocí mucho, porque dejó a mi abuela cuando yo era niña aun. Por lo que los recuerdos que tengo de él son bastante vagos. Todos excepto uno. El recuerdo del día en el que su hijo mayor lo echó de la casa. Andaba yo con esa idea de comprobar si los adultos me decían la verdad y se me ocurrió ponerlo a mi abuelo a prueba. Me había dicho que tenía estrictamente prohibido tocar sus plantas, a las que quería más que a nosotros, por lo visto. Si me atrevía a tocarlas, me iba a sacar la mugre, amenazó. La cuestión es que busqué la hoja más pequeña que pude encontrar en una de ellas y se la saqué. Esperé todo el día a que llegara, para ver si efectivamente me sacaba la mugre. Cuando llegó, lo primero que hizo fue revisarlas. A los segundos después se levantó enfurecido. Colérico. Yo me asusté tanto que subí corriendo a esconderme detrás de mi abuela que estaba en el segundo piso, en su dormitorio. Mi abuelo comenzó a gritarle que se quitara. Como mi abuela no se movió, sacó una pistola de alguna parte y disparó desde la puerta. El tiempo pareció detenerse. La imagen está grabada en mi mente como una foto. Mi abuela y yo gritamos. Y solo porque Dios es grande, decía después mi abuela, la bala no salió. No recuerdo como se armó la trifulca, pero si sé que mi tío lo agarró y le dijo que se fuera. Y así lo hizo. Mi abuelo tenía otra familia. Otra mujer y otros dos hijos. Así que irse no le costó mucho. En realidad yo creo que le facilitaron las cosas. Lo extraño para mi, era que después de haberse ido, mi abuelo seguía visitando la casa. Especialmente a la hora de almuerzo.Trabajaba cerca y mi abuela nunca fue capaz de negarle un plato de comida a nadie, menos a él. Después de semejante episodio, nunca más hice el experimento aquel de cerciorarme de si los adultos me decían la verdad. Lo que no significa que luego de lo que pasó no volviera a dudar de ellos ni de sus amenazas. Solamente aprendí a quedarme con la duda. Lo más sensato, ¿no creen?.

jueves, 9 de julio de 2015

Para ser un chofer de primera...

Compró la scooter porque, a la larga, era más económico ir en ella al trabajo que usar la locomoción colectiva. En realidad no la compró, la sacó a crédito, como la mayoría de las cosas que teníamos. Era una Honda Elite 125, que por distintos motivos, terminó siendo mía. No puedo manejar un auto, pero si puedo manejar una scooter. La manejé por harto tiempo, aunque ni siquiera tenía documentos. Menos había hecho un curso. Un día simplemente comencé a conducirla, así como si nada. Iba al centro, al supermercado, a la casa de una amiga que tenía en ese tiempo. Me encantaba manejarla. Era un poco como volar. Tanto así, que literalmente me volaba mientras la conducía. Hasta que un día le choqué la puerta a un auto que iba a doblar y al que no vi señalizando. Llegaron los carabineros y nos llevaron a hacer la alcoholemia. Además me pasaron un parte por andar sin documentos y me iban a quitar la moto. Pero les caí en gracia, así que me dejaron llevármela. Esa vez juré y re juré que no me volvía a subir nunca más. Me duró lo mismo que me duró la hinchazón en la pierna sobre la cual caí, con la moto encima. Volví a salir, pensando en sacar los documentos, cosa que nunca hice. Luego nos cambiamos al lugar en el que vivo ahora. Acá la usaba principalmente para ir a dejarles la comida a mis hijos al colegio, en la hora de almuerzo. Un día en el  que ya me venía a la casa, un grupo de profesores salía para comprar algo en el negocio de la esquina, supongo. Entonces yo, por hacerme la chora, aceleré la moto. El estacionamiento que está frente al colegio es de tierra y piedras, por lo que la moto se me ronceó, se me fue a la calle y me saqué la cresta. Arrastre el codo por el asfalto y se me peló entero. La herida no me dolió nada en comparación a lo que me dolió el orgullo. Los profesores salieron corriendo a recogerme mientras los compañeros de mi hijo menor gritaban que su mamá se había caído de una moto. Nunca más la volví a usar, De hecho está en el estacionamiento llena de polvo. Además, con el tiempo, se le bajó una rueda. No la he arreglado, una porque no tengo plata y otra porque aun me duele el orgullo cada vez que me miro el codo y me veo la cicatriz. 
¿Sabían que los gatos suspiran?. Yo lo supe anoche...
Siempre con la cabeza en las nubes. ¿Cómo está el clima por allá arriba?, me perguntaban

miércoles, 8 de julio de 2015

Esa es la madre del cordero

En la Comunidad todo era diferente. Las puertas se dejaban sin llave, las personas no decían malas palabras, los jóvenes y las señoritas se comportaban decentemente, no se mentía, etcétera. Pero de un día para otro, algo cambió. Cosas comenzaron a desaparecer. Una bufanda, un par de jeans, un par de calcetines. Desaparecían de los tendederos o de la lavandería. Al principio todos pensaron que se trataba de una confusión entre las ropas de unos y de otros, pero luego se dieron cuenta de que todo se había perdido. Entonces empezaron las investigaciones, en las que yo participé activamente, ya que entre todo lo extraviado, estaban mis zapatos de colegio. Como ya he dicho antes, mis papás no contaban con muchos recursos para vivir, menos para comprar un segundo par de zapatos durante el mismo año. Pero no eran solamente los zapatos. Lo peor era que, dentro de los zapatos, iban mis plantillas. El médico me las había recetado hace poco, porque nací con las piernas chuecas. El problema fue que ese par de plantillas, fue el único par que tuve en la vida, así que las piernas no se me enderezaron nunca. Es por eso que se me juntan las rodillas. Para corregir la postura, cargo los talones hacia afuera. Esa es la razón por la que me cuesta tanto cambiar de zapatos y ocupo siempre los mismos una vez que los amanso, como se dice. Pero me desvié del tema o hice un pequeño paréntesis, como quieran. Lo que sucedió con la extraña desaparición de las cosas, fue que finalmente se descubrió que el ladrón era uno de los estudiantes de una de las escuelas impartidas por la Misión. Lo que pasó fue que el estudiante comenzó a aparecer vestido con las prendas que se habían perdido y al ser encarado alegaba que ellas siempre habían sido suyas. Al final resultó que el tipo era cleptómano, así que le pidieron que devolviera lo que se había robado y lo echaron. Desgraciadamente, de mis zapatos y de mis plantillas no se supo nunca más. Consulté hace unos años a un traumatólogo para ver si había algo que se pudiera hacer con mis rodillas, pero a estas alturas ya no hay caso, según lo que entendí. Así que tendré que esperar a que la suela de mis zapatos nuevos se gaste para que así las piernas me queden parejas otra vez y deje de andar enredándome con mis propios pies.



Ni siquiera sabía que eran dos planetas, pensaba ayer en el bus de regreso a Quilpué. Ya de noche, salí a comprar un poco de comida para la Chiharu. Y ahí estaban los dos planetas. Y yo ni siquiera sabía que eran dos planetas, volví a pensar.

Por la tangente

No quiero terminar hablando de otra cosa, pero finalmente siempre lo hago. Como ahora.

lunes, 6 de julio de 2015

Replay

Hace días los vi. Pensé que eran dos estrellas que cambiaban de lugar. Tuve miedo. Creí que alucinaba nuevamente. Entonces me dijeron que no, que eran dos planetas. Recién esta noche lo supe. No recuerdo los nombres. Pero no es tan importante, porque ahora sé que no soy la única que los ve. Caminé mirándolos hasta que tomé el colectivo. Llegué a la estación. Esperé el metro. Me subí en el primer carro. No había mucha gente, así que me senté. Luego, en el asiento del frente, se sentó un hombre. Lo miré a los ojos. Se veían cansados. No cansados de juerga. Cansados de trabajo, de insomnio. Estaban enrojecidos, incluso. Cabeceó un par de veces. Unos minutos después me bajé en Los Héroes para hacer trasbordo. Ahora si había gente. Me paré junto a la puerta. De pronto, de la nada, recordé mi argolla de matrimonio y la extrañé. No su significado ni nada parecido. Extrañé solamente la argolla. El anillo. El cintillo de oro siempre en mi dedo anular izquierdo, por un poco mas de diez años. Siempre en mi dedo, porque no me lo quitaba ni para dormir. Tal vez por eso lo extrañé y lo extraño a menudo. Esa sensación. Esa molestia a la que uno se acostumbra. Pensaba en eso cuando me di cuenta de que había programado una de las canciones de mi lista de reproducción para que sonara una y otra vez. 



En el fondo, el niño era bueno

¿Y si duermo sobre mi costado derecho?

Cuando era niña viví en la casa de mi abuela. Cuando era niña, mi abuela me dijo que no había que dormir sobre el costado izquierdo, porque se aplastaba el corazón y se tenían pesadillas. 

domingo, 5 de julio de 2015

Café con leche y cáscara de naranja
A veces amanezco y hasta mi alma está seca

Elige una mano

Elige una mano. ¿La derecha?, ¿la que es azul sin que sepas por qué?. En la derecha no hay nada. ¿La izquierda?, ¿la que es roja sin que sepas por qué?. En la izquierda está mi corazón. Elige una mano. La derecha vacía o la izquierda con mi corazón. La derecha está en silencio. La izquierda late. ¿La escuchas?. Mira, acerca el oído. Un poco más. ¿Puedes oír el latido?. ¿No?.

sábado, 4 de julio de 2015

Listo. Me compré zapatos. Difícil encontrar lo que quería entre tanto botín. Finalmente salí con algo, bastante lejos de lo que andaba buscando, pero es que en serio, mi zapato ya no daba para más...

Parece chiste...

Salí de mi casa camino al terminal. A mitad de camino, me di cuenta de que se me había quedado la billetera en la casa. Le dije al hombre del colectivo que nos devolviéramos a buscarla, que le pagaba otro pasaje. Nos devolvimos, agarré la billetera y me llevó directo al terminal por dos lucas. Compré el pasaje. Me subí al bus que salía a las quince veinte, me senté y me di cuenta de que se me había quedado el chaquetón en la casa. Pero esta vez no había nada que hacer, así que supongo que me cagaré de frío el resto de los días que pase en Santiago. Además se me rompió un  zapato. Mis zapatos favoritos y los únicos que tengo, por lo mismo, los únicos que traje. Por suerte el edificio de mi hermana da a unos locales comerciales en los que hay una liquidadora de calzado. Mañana voy a ver que encuentro. Para llegar acá, tuve que hacer trasbordo en Los Héroes, pero en vez de tomar hacia Ciudad del Niño, que es donde me tenía que bajar, me fui para el otro lado. Lo bueno fue que se me ocurrió preguntar cuando venía en camino y me dijeron que iba al revés. Después llegué al edificio y tienen un ascensor par y otro impar. Como no me había dado cuenta, me subí al que no tenía tres. Llegué al último piso y me devolví. Mi cuñado me preguntaba después por qué no me había bajado en el cuarto y usado las escaleras para llegar al tercero. La verdad es que no se me ocurrió y además andaba con la maleta y en fin...


jueves, 2 de julio de 2015

TV cable

Hace varios años viví en el paradero siete de Pajaritos. Por Las Torres hacia adentro. El arriendo de la casa en la que vivía era barato, porque estaba a bastante mal traer y los dueños no tenían ninguna intención de arreglarla. Era una casa pareada. La casa de al lado había sido ampliada y su comedor quedaba justo al lado del dormitorio matrimonial. Por lo que, los fines de semana, era imposible dormir hasta tarde, ya que eran una familia con niños pequeños que despertaban temprano. Aparte de eso, en el invierno era horriblemente húmeda. Si recuerdo que incluso una vez encontré entre la cama y la pared, una especie de champiñon que había crecido por la ranura que quedaba entre el guardapolvos y los ladrillos. Cómo me hubiese gustado contar con los medios o para arreglarla o para vivir en otro lado. Yo creo que mas lo segundo que lo primero. Pero en ese tiempo ganaba doscientas lucas y no me alcanzaba para otra cosa. Tenía varias deudas que había adquirido para financiar parte de mi fiesta de matrimonio y además de eso, mi ex marido seguía en la Universidad, así que cero posibilidades. En fin. Un día, un fin de semana, creo que sábado, llegó un tipo de una empresa de televisión por cable. 'Buenas tardes', me dijo. '¿Es usted la dueña de casa?'. Contesté que si. 'Mire señora, tenemos registros de que usted ha estado utilizando nuestra señal de televisión por cable sin tener un contrato con nosotros. Ahora bien, el conducto regular sería aplicar una multa, pero lo que le ofrezco es hacer un trato. Contrate el servicio por un año y olvidamos el asunto'. '¿Terminó?', le pregunté. '¿Sabe lo que pasa?, yo no tengo tele'. El tipo me miró con una cara de incredulidad tan grande que le ofrecí pasar a la casa a revisar. Y pasó. Y no encontró ninguna tele. '¿Pero, por qué...?'. 'Por opción', respondí. Y justo después de haberlo dicho me sentí tan importante, como si en realidad no tener tele fuera una gran cosa. Como si me subiera el pelo, o algo así. Hoy me pregunto cuáles son las cosas que no hago 'por opción' y en realidad no encuentro ninguna que valga la pena mencionar. Además qué tanto...

miércoles, 1 de julio de 2015

Hoy fui a la feria y entre toda la fruta que compré, venía un kilo de pepinos.
Mi hermana tenía un año, así que yo debo haber tenido como cuatro. Ibamos en una micro. Dos señoras conversaban en los asientos delante de los nuestros. Hablaban de sus maridos y de la manera en que les gustaba que les cocinaran ciertas cosas. Entonces una comentó que su esposo era muy jodido. 'Le gustan los bistecs de vuelta y vuelta'. '¿Cómo es eso?', preguntó la otra. 'Se fríe un lado primero, luego el otro y listo, no hay que darle más vueltas'. Y así fue como aprendí cómo se fríe un bistec. Cuando quiera le preparo uno. 

Amo

Sigo dándome contra el mismo muro una y otra vez. Y no aprendo. E insisto en encontrar una puerta donde no la hay. A veces me canso y me siento junto al muro. Me apoyo sobre él. Es frío. De vez en cuando me duermo. Y sueño con el muro. Sueño que me hago grande y el muro empequeñece. Despierto. Sigo buscando una puerta que no existe. Siempre es de noche cerca del muro. Oscuro. Solitario. Golpeo las piedras del muro. Las pateo. Puñeteo. Solamente se oye el silencio del muro. Pero persevero. Persevero porque amo. Amo lo que esconde ese muro.