Pensé que se había perdido, pero hace un par de días, revolviendo unos papeles, encontré una copia. Una copia del diario que comencé a escribirle a mi hijo mayor, apenas supe que estaba embarazada de él. En ese tiempo trabajaba como secretaria en el Centro de Estudios Públicos y como disponía de un computador, aprovechaba algún momento en que no hubiera nada que hacer, para ir contándole algunas de las cosas que iban sucediendo mientras lo esperábamos. No son muchas páginas, no fui lo suficientemente constante como para terminarlo, pero varias cosas quedaron registradas en el. Cosas sencillas, como por ejemplo el color de la pintura con la que pintaríamos su habitación, la primera ecografía, el por qué elegimos el nombre que lleva. Pequeñas cosas, pero muy significativas. Hoy le pregunté si es que le gustaría leerlo. Me dijo que sí, un poco con interés, un poco por obligación. Un rato después abre la puerta de mi dormitorio y entra llorando a lágrima viva. Me abrazó y me dijo que había sido tan bonito leer el diario. Me agradeció. Me dijo que me amaba. No paraba de llorar, no dejaba de abrazarme. Y volví a sentirme un poco como cuando estaba embarazada, tan cercana a él, tan unida a él...
"Dejo por escrito que no he mentido ni desmentido a pesar de otras verdades. Dejo por escrito que si he mentido ha sido a mi misma y no me he dado cuenta. Dejo por escrito que no quiero ser víctima de los juegos de las trampas de mis juegos implacables. La luna tiene dos caras y esconde una y nadie la tironea ni la acosa. Y siempre tan alta, tan blanca, tan distinta" La Luna, Esteban Navarro
miércoles, 14 de diciembre de 2016
viernes, 9 de diciembre de 2016
A flor de piel
¡Un coctel de emociones, por favor!, gritó desde el fondo de las entrañas. Luego sacó una pequeña libreta en donde anotó: No pude ser que todo tenga que estar tan normado. No puede ser que no quede espacio para el desorden. Sorbía de a poco la cerveza, mirando por la ventana. Las veredas contienen cientos de personas, dijo en voz baja. Siguió mirando por la mirando hacia afuera, mientras pensaba. ¿Qué pasaría si llegara, la tomara por la espalda, le besara el cuello y la hiciera volver a sentir mariposas volar dentro de su alma?. ¿Si la hiciera volver a volar como a un corazón coraza?. Volvió a fijar la mirada en la libreta y siguió escribiendo: Las emociones merecen poder brotar a su antojo. Se las debiera dejar apoderarse de los pies, los tobillos, las pantorrillas, los muslos, el vientre, el pecho, la garganta, la pera, la boca, los ojos, las orejas, la nuca, la espalda y las manos. Las yemas de los dedos. Dio vuelta la hoja y continuó: ¡No a los celos!, porque son duros como el Seol. Pero, también aderezan la vida, ¿o no?. ¿Acaso no logran hacer que la sangre nos hierva dentro de las venas?. ¿Acaso no logran que nos hagamos dueños de una energía brutal que nace en la base de nuestro estómago y sube hasta alcanzarnos el corazón?. ¿Acaso no logran robarnos el sueño?. Se mordió el labio. Malditos celos que le brindan minutos de vida a mi muerte, susurró. Tomó lo que le quedaba de cerveza. Si sé, estoy divagando, yendo de un lado para otro. Mejor me voy, se dijo. Sacó la plata de su bolsillo, pagó la cerveza, guardó la pequeña libreta celeste, el lápiz de tintagel verde y salió a las veredas que contenían cientos de personas...
jueves, 8 de diciembre de 2016
Un poco más que un mueble
Nací en 1976, tres años después del golpe militar. Pinochet se mantuvo en el poder hasta 1990, por lo que pasé mi infancia y parte de mi adolescencia en dictadura. Durante ese período mis papás y yo vivimos en la casa de mi abuela. Mi abuela tenía ocho hijos en total, tres hombres y cinco mujeres, varios de los cuales seguían estando en la casa mientras fui niña. He dicho otras veces, si mal no recuerdo, que nunca he sabido con certeza, cómo era que ella lo hacía para mantenernos a todos. Si bien algunos trabajaban, otros aun estudiaban y dependían completamente de ella. Fuera como fuese, a pesar de pasar necesidades, nunca nos faltó qué comer. Para mi, ella hacía magia. Magia con dos tazas de arroz y un pollo. Magia con un kilo de pan y varias tazas de té. Magia con un pan de pascua y un jarro de jugo de ciruelas. Magia alrededor de su mesa. Mesa en la que se sentaba a comer sola, después de haberlos atendido a todos. Mesa en la que mis primos y yo tomábamos once antes que los grandes. Mesa en la que me pasé horas escuchando a mis tíos discutir sobre el gobierno, los pacos, los milícos, los detenidos desaparecidos. La misma mesa que heredé y alrededor de la cual me siento con mis hijos cada día. La mesa milagrosa...
miércoles, 7 de diciembre de 2016
¡Yo soy Garrik!... Cambiadme la receta
Además de cantar, a mi abuela le gustaba recitar. Tenía un repertorio no muy amplio, por lo que terminé aprendiéndome partes de las poesías que recitaba a menudo. Una de mis favoritas era Doña Primavera, de Gabriela Mistral. También me gustaba esa de "es fea la muchachita que llegó ayer a la escuela...", que no he podido encontrar por ninguna parte. Pero la que mejor le salía era Reír Llorando, de Juan de Dios Peza. Yo creo que era porque ella vivía un poco así, con la risa escondiendo la tristeza...
"El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas"
domingo, 4 de diciembre de 2016
Levedad
Es de noche. Voy bajando por una calle de Valparaíso. Me cruzo con un grupo jóvenes. Una de las chicas va conversando con otra, "me dijo que estaba enamorado de mi voz", alcanzo a escucharla decir. Luego suelta la carcajada. Yo la percibo entonces tan adolescente, tan leve. No sabe que, tal vez, esa sea la única vez en su vida que le hagan una confesión como esa.
sábado, 3 de diciembre de 2016
Because I love you
Esta tarde salí a caminar. Extrañamente no llevaba puestos los audífonos cuando, al volver, me subí al colectivo. Seguramente me los quité al pagar en la caja del supermercado y me olvidé de volver a ponérmelos. El auto llegó al paradero y me tocó el asiento de adelante. Me senté y cuando estaba por conectarme con mi música de nuevo, el chofér comenzó a hablarme. Así que me vine conversando con él y escuchando la radio. Cuando estábamos por llegar a la casa, pusieron un tema que no oía hace mucho y que me trajo recuerdos adolescentes. Tenía catorce, quince años y esperábamos con mi mejor amiga poder ver el "video clip" en Sábado Taquilla. Era justo el tiempo en el que amaba perdidamente al muchacho aquel. Me encerraba en mi pieza todas las tarde después de clases y ponía un cassette que me grabé, con cuanta canción melancólica cupo y entre ellas estaba ésta, que era una de mis favoritas. Está sonando mientras escribo. Vuelvo a ser una niña enamorada por cuatro minutos con veintidós segundos...
viernes, 2 de diciembre de 2016
Sencillamente difícil
Siempre me costó la canción de la muñeca vestida de azul, zapatitos blancos y cuello de tul. Todo iba bien hasta la parte de "la llevé a paseo y se me resfrió y hoy la tengo en cama con un gran dolor". De ahí para adelante comenzaba la tragedia. Y es que resulta que la dueña de la muñeca, la había llevado al médico y éste le había recetado lo que supongo era un jarabe, indicándole las dosis en las que debía administrárselo. "Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis". Claro, ahora no tengo problemas para hacer las sumas, que son bastante fáciles, pero que ese tiempo me sonaban a un enredo de números que en se amontonaban sin ningún sentido aparente. Lo más grave del asunto, es que yo amaba la canción y quería aprendérmela con toda el alma, pero no había caso. Hoy la recuerdo a veces y la canto con las sumas incluidas. Ahora parecen tan sencillas, pero ¿me van a creer?, a pesar de que lo son, aun tengo que hacer un esfuerzo para sumarlas. Es que siempre he sido negada para las matemáticas...
jueves, 1 de diciembre de 2016
A salvo
Se metió la mano en la boca, hundió el brazo hasta el codo y tanteó hasta encontrarlo. Lo arrancó de cuajo y lo sacó. Lo miró. Y antes de que cualquier otro pudiera hacerlo, lo apretó hasta reventarlo. Luego lo tiró y pisoteó los restos hasta convertirlos en nada. Entonces respiró profundo y suspiro aliviada. Por fin estaba a salvo.
miércoles, 30 de noviembre de 2016
Soledad
Tanto desperdicio
momentos,
gestos,
palabras,
costumbres,
maneras,
manías,
rutinas,
detalles,
nimiedades
Todo se acumula en la nada
Tiempo vacío sin un otro
martes, 29 de noviembre de 2016
Y viceversa
Ni vitrinas
Ni ventanas
Ni de perfil
Saberme a tientas
Recorrerme entera
Saberme por tu boca
Que describe mi imagen
Explorando mis recodos
Exprimiendo mis entrañas
Saberme a través de ti
Ni espejos
Ni fotos
Ni retratosNi ventanas
Ni de perfil
Ni de cuerpo entero
No mirar mis labios
No mis ojos
No mis pies
No mi vientre
No mis cabellos
No de perfil
No de cuerpo entero
No mis cabellos
No de perfil
No de cuerpo entero
Saberme a tientas
Recorrerme entera
Reconocerme con los dedos
Como las manos de un ciego
Saberme por tu boca
Que describe mi imagen
Explorando mis recodos
Exprimiendo mis entrañas
Saberme a través de ti
domingo, 27 de noviembre de 2016
Nombre imágen
A veces sales a caminar para huir de ti mismo. Una cadena de pensamientos va tras de ti y no hay manera de evadirla. La mente avanza siguiendo tu paso, tu ritmo. Las palabras no cesan de brotar dentro de tu cabeza. No dejan de hablar, todas al mismo tiempo. Borbotones de letras y sílabas, conexas e inconexas, van y vienen de un lado a otro. A veces toman forma, hilan ideas. Otras, son solamente borrones ininteligibles. Entonces lanzas el anzuelo y pescas un nombre. Las vocales y consonantes que lo componen, se alinean ordenadamente para dictartelo. Ese es el momento en el que comienzas a ahogarte. Una opresión en el pecho, un espasmo involuntario te dejan sin aliento. Cierras los ojos, pero en vez de oscuridad, descubres una imagen. Es su rostro, ese mismo que has estado intentando olvidar. ¿O recordar?. El viento juega con tu pelo.
sábado, 26 de noviembre de 2016
El lugar más maravilloso del mundo
El calor del verano se puede sentir en la piel. La brisa cálida se mete por los poros y el aroma de las flores puede saborearse. Se oye el murmullo del río, lejano, que sigue su camino recto entre rocas, árboles, vacas, caballos. Su viaje hacía el mar, entra por los oídos. El verde cándido, juguetón, contrasta con la inmensa lejanía del cielo. No hay una sola nube. El sol gobierna desde lo alto, sin decir una palabra, entregando una sensación de paz y agrado. Desde lo más profundo de la tierra, emerge gigantesco, inmenso, un sauce. Como largos cabellos verdes, sus ramas acarician la tierra y la siente suya, propia. Todo es tan suave, tan imperturbable como el retrato de un paisaje en una tarde veraniega. ¡Si!, el grito corta la imagen en dos, mientras el niño la atraviesa corriendo. La niña lo sigue, un poco más lenta, un poco más acalorada, un poco más contrariada, un poco más incómoda a causa de su vestido, demasiado largo para correr. ¡Ven!, le grita el pequeño, ¡ven ahora!. Ella obedece y, haciendo un último esfuerzo, atraviesa la densa cortina del sauce. ¡Oh, que placer, que frescura!. ¡Qué felicidad más inmensa!. Todo lo desagradable desaparece en un segundo y se deja caer, exhausta, para disfrutar de la sombra, de la humedad, de la frescura, de la risa de su amigo. Su amigo, que desciende desde lo alto de la copa del lugar más maravilloso del mundo. Entonces la pequeña cierra los ojos, alerta a todos sus sentidos y se abandona a ellos. Deja de ser cuerpo, para ser sólo una emoción. ¡Toma!. Sobresaltada abre los ojos, y ve al chico que asorochado estira su pequeña mano. Hice unas coronas, ésta es para ti. ¿Te la pongo?. Ella se sienta y se deja hacer. Lo mira, él la mira y ambos se ríen... Las hojas de las coronas les hacen cosquillas en las mejillas.
viernes, 25 de noviembre de 2016
Incosnciencia
A veces no había nada para ponerle al pan, entonces me enseñaron a remojarlo en el té. Y yo metía los trozos de marraqueta, sin entender mucho de qué se trataba la pobreza. El pan se iba humedeciendo y las migas se desprendían de a poco, acumulándose en el fondo de la taza. Otras veces no había margarina, pero había aceite. Entonces se agregaba una pequeña cantidad a la sartén, las hallullas se partían por la mitad y se ponían a dorar. Luego se las espolvoreaba con sal. Cuando no había té, quemaban azúcar en una cuchara y la disolvían en agua caliente. Esto le daba sabor y color, lo que provocaba la sensación de no estar tomando agua pelada. En esto consistían, generalmente, las onces en la casa de mi abuelita. Pocos son los recuerdos que tengo de haber comido mantequilla, queso o algún tipo de fiambre con el pan. O haber tomado leche, o café. Qué decir de un pastel o un trozo de queque. Pero, como dije antes, yo no entendía mucho de qué se trataba la pobreza. Yo era una niña y era feliz.
jueves, 24 de noviembre de 2016
Cuento corto
Así me fui convirtiendo en una adolescente y seguía amándolo como una loca. Sin freno, sintiendo todo lo que se me daba la gana sentir. Sin límites y sin trabas, mis emociones brotaban hasta desbordarse, hasta que se me salían por los poros. No me importaba nada. Quería amarlo con cada centímetro de mi ser, sin pensar siquiera en el costo que eso pudiera tener. Iba a cumplir quince años cuando el amor se me hizo más inmenso que nunca. No existía más deseo que el de verlo y oírlo siempre. Las mariposas en el estómago no cesaba. No podía concentrarme en nada. Su nombre vivía atravesado en mi lengua. Todo lo inundaba. Pero él no era para mi, ni yo para él.
miércoles, 23 de noviembre de 2016
Intento fallido
Yo renuncio a los chocolates, a las rosas y a los atardeceres en la playa
Yo renuncio a Sandro, a El Niño Que Enloqueció De Amor y a Casablanca
Yo renuncio a las películas con final feliz, a los príncipes y a las tarjetas Village
Yo renuncio a la torre del castillo, al caballo blanco y al caballero en la armadura brillante
Yo renuncio a las canciones románticas, a las novelas de amor y a Gustavo Adolfo Becquer
Yo renuncio a las cartas perfumadas, a las cenas a la luz de las velas y a caminar de la mano
Yo renuncio, renuncio y renuncio
¿Renuncio?
Yo renuncio a Sandro, a El Niño Que Enloqueció De Amor y a Casablanca
Yo renuncio a las películas con final feliz, a los príncipes y a las tarjetas Village
Yo renuncio a la torre del castillo, al caballo blanco y al caballero en la armadura brillante
Yo renuncio a las canciones románticas, a las novelas de amor y a Gustavo Adolfo Becquer
Yo renuncio a las cartas perfumadas, a las cenas a la luz de las velas y a caminar de la mano
Yo renuncio, renuncio y renuncio
¿Renuncio?
martes, 22 de noviembre de 2016
Cinco segundos tal vez, o más o menos
No sé si lo hago bien o si lo hago mal, pero me gusta escribir. Creo que comencé a hacerlo cuando era adolescente. Tengo agendas y cuadernos con todo tipo de anotaciones, algunas bastante tontas, otras no tanto. Hoy las revisaba tratando de encontrar algún tema o anécdota que inspirara esta entrada, pero nada me convencía. Hasta que apareció una libreta con hojas de colores. Y ahí estaba, escrito con palabras sencillas y simples, el registro de un momento que, al recordarlo, creí volver a vivir. "Por un segundo pareció que caminabas conmigo. Luego avanzaste para seguir presurosamente tu camino y perderte entre una masa de gente. Y dejaste de caminar conmigo" fue lo que leí. Bueno, más o menos, porque no pude evitar corregirlo. Pero lo que importa es que, por unos minutos, volví a ese instante en el que pasaba frente al monumento de La Llama de la Libertad, en la Alameda, con veintidós años, en un día de mucho calor, pensando que ese chico que había pasado junto a mi, pareció ser mi acompañante, por un ratito.
domingo, 20 de noviembre de 2016
A ti que me pides que escriba
Amiga, no se me ocurre nada. Hoy salí a dar un paseo en busca de inspiración y lo único que encontré fue mi tarjeta redbanc que se me había perdido hace días. Además me topé con el Griddo y no pude evitar tomarme un helado de piña a la crema, lo que no va muy bien con la dieta que intento seguir, infructuosamente. Pero me comprometí contigo a escribir algo, así que aquí estoy, haciendo mi mejor intento. Lo que sucede es que a veces, la vida me enceguece y no puedo ver eso que acontece a mi alrededor. Parecerá extraño, pero es cierto. Los días pasan como en blanco y no puedo sacar de ellos, nada en limpio. Es similar a los sueños, estas consciente de lo que sueñas mientras duermes, pero rara vez recuerdas lo que has soñado, una vez que despiertas. Eso tal vez sea lo que me haga tan difícil volver hoy a estas páginas en blanco, a este teclado oscuro, para tratar de sacarles algo en limpio. Pero no he podido. Lo siento.
miércoles, 6 de julio de 2016
Corazón
Abres tu corazón como una pequeña caja de música, la que despliega las notas de una melodía única, irrepetible. Inunda con sonidos eternos los espacios celestes de las constelaciones del alma. Acaricia con delicados pétalos de ambigua delicia los oídos de nubes fragantes como rosas tardías. Gira, revolotea, se sumerge, aflora, se esconde, retorna, huye, converge, emerge. Un otro cierra la caja de golpe. Todo queda en silencio.
Hasta el hartazgo
Harta, harta de las burlas del destino
Harta, harta del desenfreno de mis celos
Harta, harta de nuestros caminos indefinidamente separados
Harta, harta de nuestros caminos indefinidamente separados
Harta, harta de tus ojos absurdos, abstractos, cerrados, ciegos
Harta, harta del sonido de la vida sin tu boca abierta, descocida y libre
Harta, harta de las horas muertas de tu voz ausente, de mis oídos sordos
Harta, harta de las horas muertas de tu voz ausente, de mis oídos sordos
viernes, 3 de junio de 2016
Imágenes
En un cielo estrellado de ideas, emergen imágenes inconclusas de un rostro que no he visto, pero que trae recuerdos inalcanzables de otro tiempo, de otro espacio. Hay un infinito en ese rostro que vaga por mi cuerpo con un espesor que eriza mis sueños, transformándolos en capullos de flores, transformándolos en sauces. Destellos de abrazos anhelantes de tu figura y un beso perdido en la sombra de un recuerdo inexistente.
miércoles, 13 de enero de 2016
Electricidad
De niña tenía la costumbre de andar descalza en verano. Me gustaba sobretodo caminar sin zapatos por el segundo piso de la casa de mi abuela, ya que el suelo era de baldosas y siempre estaban heladas en los días de calor. Uno de esos días una de mis tías, tenía conectado algún aparato eléctrico a un alargador. En ese tiempo no existían lo que hoy se llaman "zapatillas", por lo que la conexión era directa. Mientras jugaba en uno de los dormitorios, el alargador que estaba a mi lado, se desconectó y mi tía me pidió que lo enchufara. Como yo era bastante pequeña en ese entonces, mis dedos eran muy delgados y al conectarlo al enchufe, los metí entremedio. Y claro, como andaba a pies pelados, me dio la corriente. Fue una fracción de segundos, pero la sentí fuerte. Es raro, pero no me dolió. No. No fue dolor lo que sentí, sino una sensación muy extraña, una de las más extrañas que he sentido en mi vida. No lo puedo definir, no sabría explicarlo. Lloré un poco, por la impresión yo creo. Desde ese entonces, cuando alguien me pregunta si tengo el pelo rizado por haber metido los dedos al enchufe, le contesto que si.
martes, 5 de enero de 2016
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