Así me fui convirtiendo en una adolescente y seguía amándolo como una loca. Sin freno, sintiendo todo lo que se me daba la gana sentir. Sin límites y sin trabas, mis emociones brotaban hasta desbordarse, hasta que se me salían por los poros. No me importaba nada. Quería amarlo con cada centímetro de mi ser, sin pensar siquiera en el costo que eso pudiera tener. Iba a cumplir quince años cuando el amor se me hizo más inmenso que nunca. No existía más deseo que el de verlo y oírlo siempre. Las mariposas en el estómago no cesaba. No podía concentrarme en nada. Su nombre vivía atravesado en mi lengua. Todo lo inundaba. Pero él no era para mi, ni yo para él.
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