miércoles, 30 de noviembre de 2016

Soledad

Tanto desperdicio 
momentos, 
gestos, 
palabras, 
costumbres, 
maneras, 
manías, 
rutinas, 
detalles, 
nimiedades 
Todo se acumula en la nada

Tiempo vacío sin un otro 

martes, 29 de noviembre de 2016

Y viceversa

Ni vitrinas
Ni espejos
Ni fotos
Ni retratos
Ni ventanas

Ni de perfil 
Ni de cuerpo entero

No mirar mis labios
No mis ojos
No mis pies
No mi vientre
No mis cabellos

No de perfil
No de cuerpo entero

Saberme a tientas
Recorrerme entera
Reconocerme con los dedos
Como las manos de un ciego

Saberme por tu boca
Que describe mi imagen
Explorando mis recodos
Exprimiendo mis entrañas

Saberme a través de ti











domingo, 27 de noviembre de 2016

Nombre imágen

A veces sales a caminar para huir de ti mismo. Una cadena de pensamientos va tras de ti y no hay manera de evadirla. La mente avanza siguiendo tu paso, tu ritmo. Las palabras no cesan de brotar dentro de tu cabeza. No dejan de hablar, todas al mismo tiempo. Borbotones de letras y sílabas, conexas e inconexas, van y vienen de un lado a otro. A veces toman forma, hilan ideas. Otras, son solamente borrones ininteligibles. Entonces lanzas el anzuelo y pescas un nombre. Las vocales y consonantes que lo componen, se alinean ordenadamente para dictartelo. Ese es el momento en el que comienzas a ahogarte. Una opresión en el pecho, un espasmo involuntario te dejan sin aliento. Cierras los ojos, pero en vez de oscuridad, descubres una imagen. Es su rostro, ese mismo que has estado intentando olvidar. ¿O recordar?. El viento juega con tu pelo.



sábado, 26 de noviembre de 2016

El lugar más maravilloso del mundo

El calor del verano se puede sentir en la piel. La brisa cálida se mete por los poros y el aroma de las flores puede saborearse. Se oye el murmullo del río, lejano, que sigue su camino recto entre rocas, árboles, vacas, caballos. Su viaje hacía el mar, entra por los oídos. El verde cándido, juguetón, contrasta con la inmensa lejanía del cielo. No hay una sola nube. El sol gobierna desde lo alto, sin decir una palabra, entregando una sensación de paz y agrado. Desde lo más profundo de la tierra, emerge gigantesco, inmenso, un sauce. Como largos cabellos verdes, sus ramas acarician la tierra y la siente suya, propia. Todo es tan suave, tan imperturbable como el retrato de un paisaje en una tarde veraniega. ¡Si!, el grito corta la imagen en dos, mientras el niño la atraviesa corriendo. La niña lo sigue, un poco más lenta, un poco más acalorada, un poco más contrariada, un poco más incómoda a causa de su vestido, demasiado largo para correr. ¡Ven!, le grita el pequeño, ¡ven ahora!. Ella obedece y, haciendo un último esfuerzo, atraviesa la densa cortina del sauce. ¡Oh, que placer, que frescura!. ¡Qué felicidad más inmensa!. Todo lo desagradable desaparece en un segundo y se deja caer, exhausta, para disfrutar de la sombra, de la humedad, de la frescura, de la risa de su amigo. Su amigo, que desciende desde lo alto de la copa del lugar más maravilloso del mundo. Entonces la pequeña cierra los ojos, alerta a todos sus sentidos y se abandona a ellos. Deja de ser cuerpo, para ser sólo una emoción. ¡Toma!. Sobresaltada abre los ojos, y ve al chico que asorochado estira su pequeña mano. Hice unas coronas, ésta es para ti. ¿Te la pongo?. Ella se sienta y se deja hacer. Lo mira, él la mira y ambos se ríen... Las hojas de las coronas les hacen cosquillas en las mejillas.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Incosnciencia

A veces no había nada para ponerle al pan, entonces me enseñaron a remojarlo en el té. Y yo metía los trozos de marraqueta, sin entender mucho de qué se trataba la pobreza. El pan se iba humedeciendo y las migas se desprendían de a poco, acumulándose en el fondo de la taza. Otras veces no había margarina, pero había aceite. Entonces se agregaba una pequeña cantidad a la sartén, las hallullas se partían por la mitad y se ponían a dorar. Luego se las espolvoreaba con sal. Cuando no había té, quemaban azúcar en una cuchara y la disolvían en agua caliente. Esto le daba sabor y color, lo que provocaba la sensación de no estar tomando agua pelada. En esto consistían, generalmente, las onces en la casa de mi abuelita. Pocos son los recuerdos que tengo de haber comido mantequilla, queso o algún tipo de fiambre con el pan. O haber tomado leche, o café. Qué decir de un pastel o  un trozo de queque. Pero, como dije antes, yo no entendía mucho de qué se trataba la pobreza. Yo era una niña y era feliz. 

jueves, 24 de noviembre de 2016

Cuento corto

Así me fui convirtiendo en una adolescente y seguía amándolo como una loca. Sin freno, sintiendo todo lo que se me daba la gana sentir. Sin límites y sin trabas, mis emociones brotaban hasta desbordarse, hasta que se me salían por los poros. No me importaba nada. Quería amarlo con cada centímetro de mi ser, sin pensar siquiera en el costo que eso pudiera tener. Iba a cumplir quince años cuando el amor se me hizo más inmenso que nunca.  No existía más deseo que el de verlo y oírlo siempre. Las mariposas en el estómago no cesaba. No podía concentrarme en nada. Su nombre vivía atravesado en mi lengua. Todo lo inundaba. Pero él no era para mi, ni yo para él. 

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Intento fallido

Yo renuncio a los chocolates, a las rosas y a los atardeceres en la playa
Yo renuncio a Sandro, a El Niño Que Enloqueció De Amor y a Casablanca
Yo renuncio a las películas con final feliz, a los príncipes y a las tarjetas Village
Yo renuncio a la torre del castillo, al caballo blanco y al caballero en la armadura brillante
Yo renuncio a las canciones románticas, a las novelas de amor y a Gustavo Adolfo Becquer
Yo renuncio a las cartas perfumadas, a las cenas a la luz de las velas y a caminar de la mano
Yo renuncio, renuncio y renuncio





¿Renuncio?

martes, 22 de noviembre de 2016

Cinco segundos tal vez, o más o menos

No sé si lo hago bien o si lo hago mal, pero me gusta escribir. Creo que comencé a hacerlo cuando era adolescente. Tengo agendas y cuadernos con todo tipo de anotaciones, algunas bastante tontas, otras no tanto. Hoy las revisaba tratando de encontrar algún tema o anécdota que inspirara esta entrada, pero nada me convencía. Hasta que apareció una libreta con hojas de colores. Y ahí estaba, escrito con palabras sencillas y simples, el registro de un momento que, al recordarlo, creí volver a vivir. "Por un segundo pareció que caminabas conmigo. Luego avanzaste para seguir presurosamente tu camino y perderte entre una masa de gente. Y dejaste de caminar conmigo" fue lo que leí. Bueno, más o menos, porque no pude evitar corregirlo. Pero lo que importa es que, por unos minutos, volví a ese instante en el que pasaba frente al monumento de La Llama de la Libertad, en la Alameda, con veintidós años, en un día de mucho calor, pensando que ese chico que había pasado junto a mi, pareció ser mi acompañante, por un ratito. 

domingo, 20 de noviembre de 2016

A ti que me pides que escriba

Amiga, no se me ocurre nada. Hoy salí a dar un paseo en busca de inspiración y lo único que encontré fue mi tarjeta redbanc que se me había perdido hace días. Además me topé con el Griddo y no pude evitar tomarme un helado de piña a la crema, lo que no va muy bien con la dieta que intento seguir, infructuosamente. Pero me comprometí contigo a escribir algo, así que aquí estoy, haciendo mi mejor intento. Lo que sucede es que a veces, la vida me enceguece y no puedo ver eso que acontece a mi alrededor. Parecerá extraño, pero es cierto. Los días pasan como en blanco y no puedo sacar de ellos, nada en limpio. Es similar a los sueños, estas consciente de lo que sueñas mientras duermes, pero rara vez recuerdas lo que has soñado, una vez que despiertas. Eso tal vez sea lo que me haga tan difícil volver hoy a estas páginas en blanco, a este teclado oscuro, para tratar de sacarles algo en limpio. Pero no he podido. Lo siento.