Para escribir, hay que leer, dice siempre mi padre
El primer libro
que me dio para que leyera fue El Libro de la Selva, el mismo que el tío Carlos
le entregó como su primera lectura. Ese dato hizo que naciera en mi una inmensa
curiosidad y lo terminé en poco tiempo. De ahí en adelante, mi padre siguió sugiriéndome
lecturas. Recuerdo que me decía que yo me comía los libros en vez de leerlos. Y
era cierto, si captaban mi atención, los terminaba en un par de días.
De todos los
libros que leí en esa época, el que más me marcó, fue La Tregua. Recuerdo que
lo comencé una noche en la que casi no dormí. Y cuando llegué a la parte en que
Martín Santomé se entera de la muerte de Avellaneda, me sorprendió tan
desprevenida, que lloré como una niña.
Fui buena
lectora, gracias a mi padre, aunque debo admitir que ya no lo soy. Aun así, de
vez en cuando escribo, otra cosa que heredé de él.
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