viernes, 16 de agosto de 2024

Cosas que extraño de mi niñez

Dormirme en un lugar y despertar en otro diferente

Caminar a pata pelá por el pavimento caliente 

Comprar dulces a dos por un peso

Mirar un caminito de hormigas por un buen rato

Mojarme en verano con la manguera

Ir al colegio y ver al niño que me gustaba

Atrapar saltamontes

Comer nísperos arriba del árbol y escupir los cuescos

Mandar el juego

Aprender a atarme los zapatos

Sacarme los dientes sueltos

Nadar debajo del agua

Abrazar a mi abuelita


Herencias

Para escribir, hay que leer, dice siempre mi padre

El primer libro que me dio para que leyera fue El Libro de la Selva, el mismo que el tío Carlos le entregó como su primera lectura. Ese dato hizo que naciera en mi una inmensa curiosidad y lo terminé en poco tiempo. De ahí en adelante, mi padre siguió sugiriéndome lecturas. Recuerdo que me decía que yo me comía los libros en vez de leerlos. Y era cierto, si captaban mi atención, los terminaba en un par de días.

De todos los libros que leí en esa época, el que más me marcó, fue La Tregua. Recuerdo que lo comencé una noche en la que casi no dormí. Y cuando llegué a la parte en que Martín Santomé se entera de la muerte de Avellaneda, me sorprendió tan desprevenida, que lloré como una niña.

Fui buena lectora, gracias a mi padre, aunque debo admitir que ya no lo soy. Aun así, de vez en cuando escribo, otra cosa que heredé de él.