domingo, 24 de junio de 2018

Acerca de los árboles

Cerca de la casa de mi abuelita, no había muchos arboles. Y los que había, eran de tronco largo, copas altas y hojas moradas. Cuando mis papás entraron a la Misión, nos fuimos a vivir a Villa Alemana, en una casa quinta enorme, o al menos así me parecía a mi, porque yo era muy chica. Al fondo del sitio, había un árbol gigante. No sé de qué tipo era, pero lo importante era que se podía escalar. En ese tiempo fue que aprendí a subirme a ellos. Y lo amé. Desde ese entonces y por muchos años durante mi infancia, llegar al tope, a lo más alto posible, fue siempre mi meta. Es que estar arriba de un árbol, sobretodo cuando hay viento, es una de las experiencias más hermosas que existen. Mecerte sobre sus ramas, oír cómo te murmuran sus hojas, poder ver desde lo alto y sentir que estás un poquito más cerca del cielo en medio de tanta belleza, te sana el alma. 

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