Salió de la casa sin paraguas, a pesar de que estaba lloviendo a chuzos. Comenzó a caminar y entonces se dio cuenta de que no sabía con exactitud hacia dónde se dirigía, pero pensó que en realidad le daba lo mismo, la cuestión era alejarse de ahí cuanto antes. No llevaba ni media cuadra, cuando estalló en llanto. No era como esas otras veces en las que unas cuantas lágrimas corrían por sus mejillas silenciosamente. No, este era un llanto compulsivo, violento, agresivo, que hacía que todo su cuerpo se estremeciera de manera que casi no podía controlarlo. Y es que llevaba mucho tiempo reprimiéndolo, ocultándolo, ignorándolo, pero hoy le fue imposible seguir aguantando y colapsó. La calle estaba desierta, así que le importó poco dejar que el torrente fluyera sin tapujos, mientras seguía avanzando hacia cualquier parte. “Por la puta madre” eran las únicas palabras que lograba articular cuando sentía aquella opresión en el pecho, que apenas la dejaba respirar. Anduvo vagando así por largo rato, una media hora tal vez, hasta que de a poco comenzó a calmarse. Entonces decidió buscar algún café que estuviera abierto, pero se dio cuenta de que estaba completamente empapada. “Por la puta madre” volvió a decir y se sentó en un escaño que encontró en una plaza. El asiento se encontraba bajo un frondoso gomero que la resguardaba un poco de la lluvia, pero que no impedía su paso completamente. Había dejado de llorar, pero sus ojos y sus mejillas estaban ardiendo. Su cuerpo comenzaba a entumecerse mientras se preguntaba qué era lo que iba a hacer, aunque en realidad no tuviera ganas de hacer nada.