Quién iba a pensar que lo único que aprendería hoy en esa clase sobre astronomía, era algo tan sabido como que las estrellas fugaces no son estrellas. No, no son estrellas y no, no lo sabía. Supuse que la duda era tan tonta, que no me atreví a hacer la pregunta en la ronda que se hizo al final de la charla, así que me acerqué a la joven cuando terminó la exposición y se la comenté en privado. Me había quedado dando vueltas en la cabeza, desde que mencionó que las estrellas explotaban al morir. Si es así pensé, ¿en qué momento es que el astro cae agonizando y atraviesa el firmamento nocturno? En ninguno, me dijo ella, porque lo que cae atravesando el firmamento nocturno no es una estrella, sino un simple asteroide que al tocar la atmósfera se enciende y brilla dejando una estela luminosa tras de sí, haciéndonos creer que es, lo que en realidad no es. Ahora que lo sé, me siento un poco triste y hasta me hubiese gustado seguir en mi ignorancia, porque la verdad es que la idea de una estrella moribunda, surcando el firmamento en medio de la noche, a la cual podía pedirle un deseo, me parecía de lo más hermosa...